Eduardo

 

Don Luis

 

´93

´99

317

             

 

El otro día tuve una pesadilla… de ésas que se muerden la cola, girando sobre sí mismas. Como en su día fuera cierto, hace más de 20 años, Eduardo Don Luis tenía un kiosco: en el sueño se disponía a reabrirlo, para lo que de alguna manera contaba con mi ayuda.

En la realidad Don Luis fue un negocio más o menos boyante. Pero tras su apariencia intelectual, de nombre rimbombante y referencias gongorinas, se escondía Eduardo Don Luis: este hombre campechano que no sabía hacer la O con un canuto.

Como se le daba bien fumar porros y estaba cerca de la oficina de Tete, el padre de Joaquín Pilla Yeska, éste y Eduardo Don Luis entablaron amistad fácilmente. A dicha relación se unió de rebote Valentín Hermano, lo que parecía formar una pandilla en la que a mí me incluían como por misericordia.

Yo no tenía nada contra Eduardo Don Luis ni contra su mujer[1], que me parecían personas perfectamente normales. Precisamente por eso no me interesaban… salvo que a Eduardo Don Luis también le gustaban los tangos. Esto y el buen humor era lo único que nos acercaba.



[1] Flaca, dientes negros, ojos desorbitados… pero simpática. Desde el punto de vista intelectual, el complemento ideal de Eduardo Don Luis: habitada por aquel mismo vacío.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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