Cecilia
Ref. Richar BICHO   Samarcanda ´95 ´99 755
             

 

Cuando quería parecer inteligente, Cecilia Ref. Richar BICHO adoptaba un gesto serio, casi grave: con su mirada penetrante pretendía transmitir contenido cerebral ignoto, interesante. Durante unos instantes lo conseguía, por aquello del beneficio de la duda. Pero en cuanto abría la boca desaparecía la magia, porque no podía disfrazar un cierto tono de vulgaridad que, aunque resultaba simpática por cercana, decía muy poco de su educación… no ya la que le hubieran transmitido en su infancia, seguramente a cargo de las monjas: principalmente su incapacidad para dominar carcajadas espontáneas y gestos de compadreo propios de colegas, pero también típicos del lumpen.

Cecilia Ref. Richar BICHO había caído en las garras del que posteriormente sería su marido, Richar BICHO, alguna noche especialmente inspirada de éste, que consiguió convencerla para un intercambio carnal que a ella le debió de obnubilar la mente hasta el punto de acabar matrimoniando con banquete incluido; durante aquella velada inolvidable (para ambos, sin duda), pletórico de inspiración y con ansias omnipotentes, el mismo Richar BICHO le había dedicado a un amigo la tarjeta en la que figuraba el menú de la boda, apostillando: “Cualquier día me acerco a quemar tu pueblo”. Me lo contó el propio Richar BICHO allí mismo, a la puerta del restaurante: coincidencias de la vida, porque yo no asistí pero pasaba por allí casualmente pues aquella noche estaba de copas… como tantas otras veces. Dentro estaría la pobre Cecilia Ref. Richar BICHO disfrutando la velada de aquel ritual de paso, antropológicamente hablando.

Tiempo después pase a verles, en visita de cortesía, por su nidito de recién casados: allí atesoraban su colección de piezas relacionadas con el mundo tanguero, que incluía canciones, películas y toda una suerte de fetiches que a ella le encantaban, como encandilada se sentía con la voz de Tita Merelo o Amelita Baltar, sus ídolas. A Cecilia Ref. Richar BICHO se la veía feliz, tanto como por costumbre aparecía descerebrada, inconsciente… entre sus ojos negros, su risa alocada y los dientes descolocados. Para Richar BICHO, en cambio, estaba claro que aquello sólo era una parcela de su vida, mucho más compleja y complicada: que considerase a Cecilia Ref. Richar BICHO como digna compañera de vida parecía ser más un favor que él le otorgaba como concesión que el reconocimiento de su complementariedad anímica y existencial.

Les perdí la pista en el ’99, cuando me fui de Samarcanda abandonando así para siempre Uzbekistán. Pero unos años más tarde, como como un destello del pasado recordándome lo que había dejado por aquellos lares, apareció en la pantalla de mi PC la foto de Cecilia Ref. Richar BICHO: usuaria de un programa para emparejarse, naufragaba a la deriva mostrando sin complejo alguno su condición de divorciada, al mismo tiempo que hacía pública ostentación de su licenciatura en Historia del Arte.

Aquello no me sorprendió en absoluto, porque venía a ser la crónica de un divorcio anunciado, la constatación de que Richar BICHO era una bomba de relojería que había hecho añicos aquella figura que otrora fuera la pizpireta acompañante de Richar BICHO. No le dije nada, por supuesto… ellos dos y todos aquellos sucesos me llegaban como un eco lejano, una letanía desde la lejanía metafísica que nos separaba: ya insalvable, por fortuna.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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