Javier Lucas

ABOCA

 

 

´80

´93

833

             

 

Como suelen hacer los jefes, Javier Lucas ABOCA te daba explicaciones de todo: aunque no tuviera ni idea por no ser su ámbito de conocimiento o aunque la relación que te unía a él no fuera la de jefe-empleado. Javier Lucas ABOCA tenía siempre a mano su cara de autoridad y se la ponía enseguida: de  hecho, cualquier excusa era buena para mostrar una superioridad que enseguida resultaba dudosa, cuando no sospechosa.

Y es que Javier Lucas ABOCA era una de esas personas que extrapolan una de sus características, expandiéndola hasta convertirla en su perfil fundamental. Le gustaba ser jefe, creo que era de esas personas que creen que la vida funciona gracias a que existen las jerarquías, pues en caso contrario todo sería un gran caos. Que él fuera de los que mandan le parecía una casualidad o un mérito, no una consecuencia directa de que él, como juez y parte, fuera quien llegaba a semejantes conclusiones.

Su gesto incontestable se hallaba enmarcado en un contexto de ojos saltones y rostro enjuto, con un cuerpo que personificaba el clásico término del espíritu de la golosina. La piel curtida y algo enrojecida a la altura del cuello transmitía inconscientemente la sensación de que hablaba alguien experimentado: no sé si estas características eran el producto de su estancia en el desierto del Sahara, algo que contaba como una hazaña digna de admiración. Pertenecía a su pasado y a su currículum, probablemente su traslado a Samarcanda fue sólo un cambio geográfico, pues creo que ya en el desierto era supervisor de telecomunicaciones, algo que estaba bajo el control y dominado por el ámbito genérico del correo y las comunicaciones de todo tipo: al menos en esa época, allá por los ’70 y los ’80 podía encuadrarse todo bajo el mismo epígrafe, porque aún no existía Internet.

Pero lo que sí había eran las comunicaciones por radio, lo que incluía al colectivo de los radioaficionados: también los piratas, claro… a este subcolectivo pertenecí yo durante una buena temporada; más concretamente entre el ’83 y el ’85. Pero a Javier Lucas ABOCA le conocía de mucho antes, sin saber que más tarde me encontraría yo a merced de sus goniómetros y toda la parafernalia policial que iba asociada. De hecho creo que si me libré de muchos dolores de cabeza se debió a que Javier Lucas ABOCA era conocido mío, aunque él jamás me comentó nada al respecto.

Además de capitoste de telecomunicaciones, allá por el ’81 Javier Lucas ABOCA tenía la Librería Renato y yo había colaborado desinteresadamente con su negocio durante mucho tiempo sin pedir nada a cambio, así que supongo que más tarde él se vio en la obligación moral de hacer la vista gorda porque aquello mío no era más que una tontería de adolescente.

Mis diversiones en las ondas no ponían en peligro el orden social y por lo tanto yo debía de ser considerado uno de los elementos no peligrosos del colectivo radiopita, que circulando por allí como una mariposa inocente entre ondas que podían haber sido infinitamente más aprovechadas en beneficio de reivindicaciones sociales.

Lo mío era más inclasificable: no era político, sino artístico y relacionado con las juergas y las relaciones humanas; unas relaciones que al incluir entre sus filas al colectivo femenino, ya me desactivaban como peligro para el poder. Javier Lucas ABOCA lo sabía y a buen seguro que eso provocaba su sonrisa.

 


 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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