Luisja

Fortaleza

Qûqon

´95

´96

865

             
               

 

Díscolo donde los haya, rebelde por sistema… con o sin causa, ésa es una sutileza que no viene a cuento con Luisja Fortaleza. El típico adolescente incómodo, por serlo él pero también por hacer sentir así a todo el mundo a su alrededor. Digamos sin más que las hormonas y la condición adolescente hacían de las suyas en aquel cuerpo desastrado y aquella mente digna de mejor suerte, pues así como en múltiples ocasiones esas características propias de la edad van acompañadas de otras inquietudes artísticas o intelectuales que con el tiempo devienen ocasiones de futuro provecho… en el caso de Luisja Fortaleza se trataba más bien de travesuras infantiles que se habían ido metamorfoseando en gamberradas, que apuntaban más bien a ir creciendo hasta convertirse en vandalismos en un futuro no muy lejano… o evolucionar hasta esa otra etapa más conocida, denominada delincuencia.

Así, como resumen de todo ello podría decirse en pocas palabras que Luisja Fortaleza era “carne de cañón”. Sus extemporáneas apariciones en el Instituto Fortaleza, en el que yo me encontré impartiendo clases de Educación Plástica aquel año ’94-’95, consistían simplemente en llegar al aula, sentarse en el lugar que le correspondía y empezar a alterar la marcha normal de la clase con diferentes gamberradas hasta conseguir que le echaran a la calle: era donde realmente quería estar.

El asiento y el pupitre le quemaban el cuerpo, se sentía como pez fuera del agua y utilizaba a sus acólitos (el Piraña, entre ellos) para crear un ambiente propicio a la expulsión. Huelga decir que en su expediente académico se acumulaban este tipo de sucesos en todas las asignaturas: por lo tanto el carácter lúdico y desenfadado de la mía no contribuía a que se expandiera la personalidad de Luisja Fortaleza, pero tampoco lo contrario. Para él la asignatura era lo de menos: ni el contenido ni las actividades de la misma llegaban a superar su umbral de percepción.

Luisja Fortaleza se encontraba mentalmente en otro planeta, aunque su cuerpo estuviera en la Tierra; deambulaba por los pasillos del instituto y los despachos de los responsables del mismo como pueda hacerlo un alma en pena por las mazmorras de un castillo medieval. Luisja Fortaleza delgado y desastrado, era un delincuente de poca monta, porrero y ratero; se encontraba fuera de lugar en todas partes y reaccionaba saltándose lo establecido, en lugar de buscar su lugar en el mundo. Pataletas típicas de alguien con falta de personalidad, cosillas que se soportan a regañadientes hasta que sobrepasan ciertos límites. Por eso una mañana que las cámaras de seguridad del hipermercado donde solíamos ir a desayunar algunos días, que había junto al Instituto Fortaleza descubrieron que era su figura flaca y desgarbada la que robaba una moto del aparcamiento, Luisja Fortaleza pasó a formar parte del colectivo de delincuentes, le detuvieron abandonando así aquella etapa idílica en la que se encontraban muchos de sus compañeros: el inconformismo y la incomprensión propios de la edad, pero que en la mayor parte de los casos, como el mío y el de casi toda la población, acaba integrándose en la forma de estar en el mundo, acomodándose al entorno y la sociedad como pueda hacerlo un líquido con el recipiente que lo contiene.

Aunque la personalidad por naturaleza carezca de esas fronteras (que son ajenas, no le pertenecen) las necesita para no dispersarse, para definirse… aunque sea por oposición: para dejar de ser líquida como la adolescente y devenir sólida como la madurez. Incluso ésta en ocasiones también puede devenir tan resbaladiza como un anguila.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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