Mona

LUISA

Países Bajos

´82

 888

             

 

Risueña como sus rizos, dispuesta siempre a disfrutar cualquier escena del entorno Samarcanda, Mona LUISA había llegado desde Holanda  para exprimir la vida de su primera juventud: con esa mentalidad abierta que los maracandeses suelen confundir con la apertura de piernas.

La mirada de Mona LUISA parecía ávida de vida y en Samarcanda encontró una manera diferente de abordar las cosas: frugal, despreocupada, alegre, vitalista y optimista. Por supuesto era el tipo de chica que esperaban todos los componentes del grupo de los llamados buitres de Samarcanda, prestos a aprovechar cualquier descuido, malentendido o traducción equívoca para poner el dedo en la llaga. Llenar un vacío, aunque éste fuera sólo uno de los objetivos secundarios de Mona LUISA.

Sin embargo la vorágine sexual que campaba a sus anchas en los ’80, antes de la aparición del SIDA, hacía que aquello del vicio carnal fuera un obstáculo para disfrutar del resto de las infinitas facetas que tiene la vida. Por eso Mona LUISA intentaba disfrutar también de ésta: como vehículo para llegar a la cultura, no como un fin en sí misma, plasmación de la obsesión que corroía los cerebros de todos los buitres que sólo pretendían follársela.

Como residía en casa de mis padres por aquello de sumergirse en la vida cotidiana de los uzbekos siendo uno más con ellos (nosotros), una de las primeras oportunidades que se le presentó a Mona LUISA para disfrutar de la zona monumental de la ciudad con la luz nocturna… fue la invitación de Valentín Hermano: no porque él fuera un buitre más, que siempre hablaba de ellos con desprecio… sino porque así quedaría “vacunada” contra las huestes de aquel ejército baboso y descerebrado. Vamos, que lo hacía por altruismo.

Pero aquella noche, no sé por qué extraña casualidad, me encontraba yo con ellos dos: llegado el momento en que yo debía hacer mutis por el foro y dejarle a él libre el campo de batalla… me negué aún a sabiendas de que (como siempre me dijo Valentín Hermano cada vez que surgía el tema en la conversación, en el futuro) aquello era actuar como el perro del hortelano. En fin, que acabó la noche con todos pacíficamente recogidos en casita, inofensivos bajo la tierna mirada de nuestros próceres.

¿Cuántos años debía de tener yo? No muchos más de 18, los justos para ir aprendiendo que con las cosas de comer no se juega… máxime cuando son berzas, alimento básico de los berzotas.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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