Nicolás

El paciente

 

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Su manera de ser invitaba a la compasión: una apariencia desastrada. Era como si Nicolás El paciente se vistiera porque algo hay que hacer, pero sin vocación ni inspiración estética de ningún tipo. Un trámite también en el lenguaje no verbal de gestos, añadiendo a todo una risa desganada y un gesto a caballo entre desesperado y resignado… como pensando que de nada sirve todo cuanto uno pueda hacer.

Así era Nicolás El paciente en un primer momento, cuando te le presentaban. Si le conocí fue por casualidad, más bien de rebote: era el novio de Carrie RAPHAEL, la hermana de Manuel Alejandro RAPHAEL. Coincidimos unas cuantas veces en su casa o en algún bareto, durante los interminables peregrinajes por la noche maracandesa. Nicolás El paciente practicaba una conversación tan fácil como superficial; creo que estudiaba Biología, aunque no podría asegurarlo porque jamás tuvimos conversaciones relacionadas con su carrera. Sólo intercambios amables y diplomáticos de impresiones genéricas acerca de la realidad… universitaria, creo.

Al poco tiempo de conocerle me enteré de que Nicolás El paciente llevaba a su espalda una cruz y no precisamente ligera: estaba perdidamente enamorado de su novia, pero de una forma entregada, incondicional. Sólo que ella, Carrie RAPHAEL, tenía la necesidad extemporánea de emborracharse hasta perder el control… y lo hacía, dándose de paso a las relaciones casquivanas sin cortapisas: se tiraba enseguida a algún elemento que le cayera bien y se le pusiera a tiro en plena inconsciencia etílica. Para posteriormente, al día siguiente, jurarle al resignado Nicolás El paciente que la experiencia le había servido para darse cuenta de que sólo le quería a él, a su Nicolás El paciente.

Así una vez tras otra… lo que empezaba a ser ciertamente sospechoso, pero Nicolás El paciente no sabía cómo negociar. Finalmente acordaron casarse: así Carrie RAPHAEL demostraba con hechos sus convicciones, al tiempo que se comprometía (y se prometía a sí misma) con algo concreto; jamás volvería a ocurrir algo semejante, que no repetiría tan nefastas experiencias.

Por su parte Nicolás El paciente demostraba perdonarla y creerla: confiaba en el futuro, su condición de enamorado le llevaba a hacerlo convencido. Sería el ’93 o el ’94 cuando tuve unas oposiciones en Urganch y amablemente me ofrecieron su casa para quedarme allí aquellos días, disfrutando de su hospitalidad. Me dio la impresión de que habían encontrado el equilibrio… Carrie RAPHAEL ya no tenía aquel gesto habitual en ella antes: de gata en celo que con el alcohol se transformaba en ataque de gata loca; incluso a mí en alguna ocasión había llegado a tentarme. Por su parte, Nicolás El paciente ostentaba una sonrisa más amplia que nunca.

 

 

 

 

Sonido

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