Nina

BOMBA

Samarcanda

´80

´82

 906

             

 

Nina BOMBA era el centro de atención de aquella familia, quizás por ser la única chica entre tres machos de descendencia: la madre ya no contaba como mujer, sólo era el elemento principal para poder mantener la infraestructura funcionando.

Nina BOMBA era una chica sonriente, casi parecía una sonrisa en lugar de una persona: hasta tal punto la blanca dentadura impedía a sus interlocutores pensar más allá. Es que su pelo largo y rizado encandilaba tanto como los ojillos, que sin ser enormes resultaban vivarachos. Se le perdonaba a Nina BOMBA que casi siempre su conversación fuera algo parecido al vacío repleto de palabras: aquel horror vacui medieval resultaba actualizado al siglo XX gracias al afán solar de Nina BOMBA.

Supongo que en aquella actitud tenía mucho que ver el asunto de la educación familiar, pues habría estado siempre mimada, tratada entre algodones… de ahí la afición casi involuntaria que tenía Nina BOMBA a lucir el palmito. Como si más allá de la imaginación desatada de cualquier contertulio pervertido hubiera algún elemento objetivo que llevarse a las neuronas. ¡Qué va! Nina BOMBA era una chica de estricta educación religiosa, de eso se habían ocupado sus padres con ahínco, para que no les saliera una pelandusca… aunque tampoco supieran muy bien el futuro que preveían para ella.

Con frecuencia la encontraba yo casualmente en la Librería Renato, en aquella temporada que me dio por practicar el trabajillo vocacional y no remunerado de ayudarles a vender libros; de hecho, lo único que me atraía de allí en realidad eran los libros: manosearlos, estar entre ellos me encantaba… como si así pudiera contagiarme de su contenido sin necesidad de llegar a leerlos. Por ciencia infusa.

Yo tenía 15 o 16 años y la presencia de Nina BOMBA me recordaba a aquellas otras chicas que eran compañeras mías en el Instituto Tele Visión. Quizás por eso me parecía tan inalcanzable como ellas, pero hasta cierto punto sugerente, atractiva: con ese misterio que uno le otorga a lo desconocido, pues las chicas entonces lo eran para mí. Pero Nina BOMBA carecía de todo aquello, porque era simplemente una descerebrada con un par de años más que yo.

El tiempo vino a demostrarlo sin posible discusión, porque no mucho después resultó que la pobre Nina BOMBA se quedó preñada sin desearlo. Ni caso a las precauciones archiconocidas, como tampoco a un autocontrol que le habría permitido en un corto periodo de tiempo acceder a la UdeS y poder desarrollarse como persona. No. Simplemente la inconsciencia, combinada con el hedonismo y seguramente algo de amor (adolescente) dieron al traste con todas esas posibilidades.

Así pasó Nina BOMBA a formar parte del colectivo de madres jóvenes, con lo que eso significaba para ellas, además del estigma social que llevaba aparejado el asunto por aquel entonces… porque eran los ’80 y aún coleaba la moral fascista introducida hábil e irremisiblemente en los cerebros del populacho.

No sé cómo acabaría el asunto de Nina BOMBA; en el mejor de los casos, con aquellos dos panolis casados… ¿o ése sería el peor? La risa cristalina de Nina BOMBA acabó rota, hecha añicos por los rincones, como si en lugar de cristal de Murano o Bohemia hubiera sido desde siempre quincalla de supermercado: algo que vino a saberse, a ser de público conocimiento gracias a un mal polvo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta