Pabloski

 

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Pabloski llevaba con una incierta dignidad el aura de pertenecer al supuesto círculo selecto de Nini Resús en Tashkent: el centro del mundo, sin ir más lejos. Aquel grupillo de gentecillas entretenidas en mil actividades cuya principal finalidad era disfrazar el vacío, en su imaginación se codeaba con las élites de cada disciplina a la que dedicaba su tiempo. Pero sólo en su imaginación, pues la realidad era que se trataba de pelagatos con ínfulas mayúsculas: algo muy propio de los ambientes en los que solía moverse Nini Resús.

Creo que a Pabloski sólo llegué a verla un par de veces… o quizá ninguna y mi memoria me juega una mala pasada. La recuerdo exhibiendo lo que en la época se denominaba una “belleza picassiana”: algo que no era más que un eufemismo de fealdad disfrazada con el juguete verbal del cubismo como excusa.

También recuerdo que Pabloski vestía de forma extremada y llamativa, como un disfraz con el que pasar desapercibida… buscando de alguna manera que al interlocutor los árboles no le dejaran ver el bosque (o al revés). Todo el mérito de Pabloski en aquel círculo restringido que constituía el grupillo de amigos de Nini Resús consistía en dedicarse al diseño desde su acomplejada atalaya de superioridades.

Al igual que el resto de toda aquella peña, Pabloski circulaba un palmo por encima del suelo, levitando sobre lo que para ell@s era el común de los mortales: puede que fuera cierto, incluso… en el país de los ciegos el tuerto acaba reinando tarde o temprano. Más que nada por aquello del “¡Vivan las cadenas!” pronunciado complacientemente por la masa amorfa de alienados, enfervorecidos y proyectando en el éxito ajeno sus propias frustraciones.

Mientras llegaba ese incierto día, el del reinado de los tuertos, Pabloski y su círculo celebraban con ínfulas cualquier pequeña ocurrencia que rápidamente era elevada a gran invento, innovador en su campo: en este caso, del mundo del diseño de vestuario y/o la pasarela. Un campo tan englobante, tolerante y atípico que cualquier mediocridad puede llegar a ser considerada como el producto de una mente genial e incomprendida. Algo así como Agatha Ruiz de la Prada en versión Vallekas, para que se me entienda.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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