Pepita

Rana

 

Samarcanda

´83

 929

             

 

Aunque su risa era algo desdentada y resultaba una persona de trato fácil y agradable, también es cierto que enseguida uno se daba cuenta de que Pepita Rana tenía poco que ofrecer salvo la experiencia (que no es poco).

A Pepita Rana le adjudicaron la tarea de ser mi guía aquel ’83 durante los días iniciales de mi trabajo en aquel complejo que era el Hotel Rana… y hacía bien en llamarse así, complejo: porque agrupaba hotel, piscina y camping. Pero acomplejaba a cualquiera. Lo cierto es que Pepita Rana ejercía un trabajo análogo al mío, pero cambiado de sexo: cada uno de los dos nos dedicábamos al vestuario de la piscina correspondiente a su género, masculino y femenino respectivamente. Me impartió amigablemente unos cuantos consejos iniciales para un trabajo que no requería mucho intelecto: custodiar la ropa de l@s bañistas mientras hacían uso de la piscina.

Para Pepita Rana aquello se apañaba enseguida, lo cual era estrictamente cierto. Mecanismo sencillo que se completaba con el asunto de los turnos en los descansos para la comida, algo automático y sin mayor dificultad. En esencia Pepita Rana era una chica-señora de pueblo que se desenvolvía con soltura entre aquella fauna… igual podía haberlo hecho como criada, seguramente.

Pepita Rana evolucionaba por las instalaciones con la soltura añadida de que su marido ostentaba la tienda de ultramarinos/supermercado del camping, lo que a ella le daba la sensación de ser casi propietaria de un imperio, con esa especie de copropiedad que parece poseer el lacayo: una especie de familiaridad adquirida con el beneplácito del esclavista, en este caso. Muchas veces es así durante toda la vida, pero en otras ocasiones se produce el despido y al empleado le invade un desconsuelo que nada tiene que ver con la pérdida del trabajo, sino que más bien parece el fin del mundo.

No sé cuál de los dos sería el caso de Pepita Rana cuando llegara ese día, que ciertamente debió de acontecer al finalizar la temporada de baño, igual que me ocurrió a mí al llegar septiembre. La diferencia sin duda sería abismal, pues mientras yo juré no volver por allí ni como cliente… Pepita Rana seguramente repitió trabajo al año siguiente y muchos otros. Mi salida de aquel curro fue para zambullirme en la UdeS, perdiendo así los inmensos ratos de asueto permitidos por aquel trabajo para dedicarlos a la literatura… que para Pepita Rana, por su parte, no significaban sino un mero paréntesis entre los cotilleos estivales.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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