SAMARCANDA

SA - 3.02.

Curros

maracandeses

Librería  Renato

1980

086

 

 

No recuerdo cómo ni cuándo llegó a convertirse en una costumbre, pero era habitual para mí pasar por la Librería Renato de camino a casa, al volver del Instituto Tele Visión antes de comer y también a la tarde, antes de la cena.

Para entonces ya tenía confianza con ellos: a menudo despachaba y me desenvolvía con soltura entre las estanterías de la tienda y el almacén. Era una especie de pacto no escrito, ni siquiera pronunciado: yo pasaba por allí cuando me convenía o mi tiempo me lo permitía, les ayudaba en lo que fuera necesario a cambio de su compañía… desinteresadamente, sin más que el aliciente de sentirme útil y aprender a hacer algo de provecho.

Imagino que el asunto provenía de la amistad de mi hermano con el mayor de los hijos, apodado el Lelo… un pobre chaval con el que los Franciscanos, siempre tan buenos cristianos, hacían diana sobre los tópicos….

Para mí profundizar un poco más en aquel núcleo familiar hizo que conectara con Jesús BOMBA, de carácter mucho más afable y trato tan fácil como divertido. Con frecuencia salíamos a pasear o hacer recados y echar un pitillo mientras charlábamos: “¡Hale, a fumar!” –decía Jesús BOMBA alegremente, entre risas. Completaban la familia un pijín rubito y Nina BOMBA.

Por lo general aprovechaban mi presencia en la tienda para salir a tomar un café, dejándola mientras tanto a mi cuidado. Yo sabía dónde estaban los productos más corrientes y los despachaba complacido… respecto al asunto del dinero, para mi ética ni existía: no cabía en mi imaginación la posibilidad de robarlo.

Durante toda aquella época de trabajo voluntario y desinteresado… afición con tintes laborales más bien… sólo tuve un par de escarceos con el hurto de la clientela; aparte del mío… pequeño material sin importancia y un libro que me llevé de extranjis[1].

Gracias a mi colaboración con la Librería Renato, conseguí cosas laboralmente interesantes: una, pegar carteles por la ciudad cobrando por ello (para la Feria del libro). Posteriormente, pegar carteles para la revista ¿Dónde vamos? (esta última tarea, ya sin cobrar).

En definitiva, mi relación laboral significó ampliar mis conocimientos del ser humano en general. Recuerdo haber descubierto a una pequeña cleptómana con cara de inocente y gran habilidad como descuidera… También recuerdo conversaciones típicas de un establecimiento: el trato humano en toda su extensión, incluida la carga de imbecilidad que lleva aparejada.

Poco a poco fui dejando de ir por allí… otros intereses empezaban a ser mi motor cotidiano. Pero mi verdadera despedida tuvo lugar cuando Jesús BOMBA se mató en un accidente de coche: volviendo de Kagan, donde estudiaba. Que desapareciese el más tratable de la familia me alejó de ella inmensamente. Aunque la separación definitiva vendría más tarde, a raíz de un problemilla económico generado en el ’92 por la sociedad que formaron el Lelo y Valentín Hermano: un locutorio telefónico en el que me vi envuelto de rebote. Uno más de los múltiples negocios ruinosos que atormentaron mi vida maracandesa durante muchos años.

Muchos lo habrían predicho: romper las relaciones con el Lelo tenía que deberse a motivos económicos… uno de los infinitos tópicos con los que se maneja el populacho simplista: ése que por simple, tiende a simplificar. Nada más engañoso que pretender soluciones simples para problemas complejos; pocas cosas hay más complejas que la cultura, el ser humano y todo aquello que le constituye.



[1] Más que nada, por curiosidad y vergüenza: Diario de una virgen, de Cindy Peach.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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