SAMARCANDA

SA - 1.4.5.1.

Estudios

maracandeses

UdeS

Filosofía

antecesores

1986

101

 

 

Un par de apuntes del natural sobre el paisaje reinante en la Facultad de Filosofía a mi llegada en el ’85. Probablemente era el que me correspondía por cronología: pero había estado enredado un par de años en la telaraña del Derecho. Queden estos bocetos simplemente como un acercamiento intuitivo al que pudo ser mi paisaje vital algún lejano día: impresionismo-ficción.

LA CONJURA DE LOS NECIOS

Parece un proceso lógico de llegada, puesta a punto y toma de conciencia del entorno… no sé si lo es, pero en mi caso así se desarrolló. Mi aterrizaje en el curso ’85-’86 fue para familiarizarme con la Facultad de Filosofía[1]. Lógicamente, conocer un poco y en profundidad a los compañeros de clase, de promoción… era una tarea absorbente: requería tanta atención que –sumada al trabajo académico– me ocupó todo el Primer Curso.

Para septiembre del ’86, al regresar del paréntesis veraniego, la cosa ya era distinta: yo había dejado de ser el novato, había empezado a tomar conciencia de que aquella Facultad sí era la mía. Allí se ventilaban muchas más cosas que los libros y las copas, aunque estuvieran más o menos relacionadas con estas dos preferencias.

Algo que resultaba imparable y cotidiano era el asunto reivindicativo y militante de la apuesta e implicación de una buena parte del alumnado en la imprescindible renovación de la UdeS: con la transición aún caliente, había toda una serie de mecanismos en la UdeS que chirriaban.

La oportunidad era tan histórica como única y tentadora. En ella se encontraban embarcados, comprometidos… toda una serie de grupos[2] que hacían piña alrededor de una idea: renovar los esquemas de funcionamiento de una institución como la UdeS, anclada en el Medievo. Modernizar aquella maquinaria obsoleta que con el paso del tiempo se había ido convirtiendo en un feudo al estilo cortijero: habían aprovechado su independencia de los poderes fácticos para ser un territorio sin ley… o mejor dicho, con la única ley de las prebendas y los favores debidos.

Su funcionamiento era algo así como una variante endogámica de la esclavitud, pero con la excusa del intelecto y el llamado “saber superior”. Meterle mano a todo aquello era una tarea titánica: en primer lugar chocaba contra el muro del inmovilismo interesado. El de quienes se aprovechaban de aquella coyuntura para perpetuar una especie de ghetto: al que iban a parar por decenas los individuos incapaces de vivir en el sentido más crudo de la palabra.

La UdeS se había convertido en el pañal protector de aquellas criaturas inmaduras, en el refugio perfecto (por intocable) de todo aquel colectivo de quienes –sin saber hacer otra cosa– tampoco sabían enseñar: además, en la mayor parte de los casos carecían de algo que aportar al alumnado.

Con la libertad de cátedra como bandera, se había terminado por utilizar esa supuesta independencia para justificar lo impresentable: no entraré aquí a hacer un listado de todo el personal conocido… que salpica a todas y cada una de las Facultades de la UdeS: lo digo sin temor a equivocarme.

Los inútiles se cuentan por centenares: si de algo me ha servido mi experiencia en ella ha sido para constatar científicamente esta verdad indiscutible… y si llegara el caso susceptible de ser probada.

Pero claro, este combate absoluto no podía ser librado de la noche a la mañana en toda la UdeS al mismo tiempo: era necesario un inicio, una punta de lanza, una cabeza de puente que sirviera como ruptura de las hostilidades.

Las circunstancias hicieron que se convirtiera en emblemática una cuestión que –sin ser menor– quizás en otras circunstancias habría pasado desapercibida: el acceso a la cátedra de Antropología que salió a concurso durante aquellos días.

No recuerdo si hubo más contrincantes en liza, pero aquello acabó convirtiéndose en una lucha directa, un mano a mano entre dos: un duelo en el que se enfrentaban MARUJO y Lucas SENCILLO. El primero era nada menos que el “heredero natural” de la plaza en cuestión, por aquello de llevar un montón de años cepillando trajes, haciendo recados y favores más o menos confesables e incluso[3] invitando a comer chorizo en su casa al colectivo que tenía que darle el visto bueno… un chorizo que perjuraba que a alguno se le atragantaría.

Lucas SENCILLO, en cambio, “sólo” era un individuo con infinidad de publicaciones e investigaciones en varios idiomas, que avalaban objetivamente su valía como futuro catedrático… que había recorrido mucho más de medio mundo y cuyos conocimientos resultaban indiscutibles. Sólo podían obviarse para quitarles la importancia que de hecho poseían, en un ejercicio ejemplar de cinismo o ceguera.

El resultado de aquel proceso supuestamente intachable elegiría a la persona cuyo perfil de entre aquellos dos candidatos fuera más adecuado para el puesto… pero resultó ser la demostración palpable de una ineficacia: la de aquel mecanismo putrefacto. La plaza, en un ejercicio descarado de corporativismo lejano a toda superioridad intelectual, le fue adjudicada al individuo zafio, ignorante y mal encarado a quien llevaba años prometida: MARUJO.

Como en un matrimonio de conveniencia al estilo medieval, allí lo de menos era la felicidad de los cónyuges: la Antropología de la UdeS, condenada sin remedio a bailar con el más feo. Burocráticamente el proceso fue correcto[4]… pero estaba viciado, pervertido: una partida amañada, con las cartas marcadas, porque la Facultad de Filosofía (y en general la UdeS, al menos entonces) estaba en manos de tahúres.

Aquella vergonzosa e histórica votación que le entregó impunemente como rehén la plaza en litigio al amiguete, fue bautizada por ESPERA como La conjura de los necios[5]. El motivo era que resultaba un insulto a la inteligencia colectiva[6] y simultáneamente una condena sine die a todo el alumnado, que tendría que sufrir sus consecuencias… Pero aquello era difícilmente recurrible debido al blindaje institucional[7]. La única salvación que restaba para intentar evitarlo a toda costa era el público conocimiento de lo que estaba ocurriendo.

Pero no como algo que fuese una exposición de hechos (siempre interpretables), sino la raíz: datos objetivos e incontestables que pusieran algo en evidencia… no ya una comparativa que de por sí no se sostenía, sino la ausencia de calidad docente y humana de MARUJO.

Para ello, nada más conveniente que dejar hablar a quienes habían sido alumnos suyos, con el sufrimiento inherente que esto conllevaba aparejado[8]. Así, como una encuesta anónima en la que se hacía justicia con aquel impresentable, nació en el ’86 lo que actualmente se denomina Evaluación del profesorado.

Éste es un mecanismo que ahora, interesadamente pervertido, han transformado en premio al corporativismo y colegueo entre intocables[9]. Pero nació con otro objetivo: un instrumento que permitiera echar a los inútiles de la poltrona… Propinar una patada en el culo a los impresentables. Las encuestas de aquel año dieron como ganador a MARUJO, calificado como echable e inútil en un porcentaje aplastante, fuera de toda duda.

Por supuesto, el asunto no quedó impune: MARUJO se revolvió como titán de la inmundicia, vengándose con todas las fuerzas que tenía a su alcance. Utilizando sus armas con la peor baba de la que pueda hacer gala una reconocida babosa.

Obligó además a todos sus alumnos a retractarse de aquel resultado por escrito, llegando incluso al punto del chantaje: quienes se negaron a firmar aquel inquisitorial documento tuvieron que resignarse a terminar la carrera en otras Facultades del país. Así se las gastaba aquel detritus, aquel destripaterrones a quien la luna no le interesaba lo más mínimo: ESPERA se la señaló y él le metió el dedo en el ojo.

El final de esta historia es crónica de un cortijo anunciado: Lucas SENCILLO tuvo que resignarse al resultado de una partida con las cartas marcadas y la UdeS continúa hasta el día de hoy sufriendo las consecuencias en las carnes de los alumnos que como yo, hemos tenido que lidiar con semejantes cornamentas.

ENTRE TEJAS SIN TEJADO

No recuerdo cómo llegué hasta allí: a la casa sin techo y con velas que aparece aquella noche entre la neblina de mi memoria. Era un paisaje onírico a más no poder: un edificio seguramente inhabitable, en ruinas.

Tampoco recuerdo quién me había invitado… si es que lo había hecho alguien. Puede que yo fuera simplemente el acompañante de Andrés GHANA y él realmente el invitado. En la caverna de mi cráneo (un mito casi platónico) resuena la idea de que aquella noche, que fue de comunión con nuestros predecesores en la Facultad de Filosofía, buscábamos a Agustina HUMOS… pero aquello enseguida pasó a ser –al menos para mí– algo totalmente secundario. Me encontraba subyugado por el ambiente… ambarino, primaveral, nocturno, con una sensación de libertad absoluta entre música y sombras, en las afueras de Samarcanda.

Si hubieran estado por allí Fellini o Bertolucci, no me habría extrañado formar parte de alguna de sus películas. La oscuridad rezumaba erotismo, aunque no sabría decir muy bien por qué…

Probablemente era marzo del ’88. Me sentía rodeado de filósofos como quien asiste al rito iniciático de envejecer. Tenía la sensación de ser arropado desde una especie de conocimiento superior, pero compadeciendo y envidiando una inocencia que ellos ya habían perdido.

Si sirve de algo, diré que el enclave estaba geográficamente cerca de un centro de seguridad vial… No sé si este hecho aporta un simbolismo que pueda arrojar una luz capaz de iluminar este episodio oscuro. A pesar de sentirlo cercano, me queda tan lejos como las promociones anteriores de la misma carrera que yo estudié un día: Filosofía.

Sonaba música, se respiraba camaradería entre escombros y vegetación salvaje. No sé cómo empezó aquella noche… tampoco tengo idea de cómo acabaría… puede que lo de hoy sea la permanente prolongación de aquella penumbra: como un bucle, una promesa en sí misma… ensimismada.



[1] No con la UdeS, porque ya la conocía desde la Facultad de Derecho. Aunque fueran dos planetas diferentes sin nada que ver entre sí.

[2] De alumnos, sí: por ejemplo, ESPERA. Pero también con la complacencia y complicidad de algunos profesores: los más críticos con el funcionamiento de la UdeS.

[3] Declarado libremente por el propio MARUJO en clase.

[4] Aprovechando fisuras, interpretaciones y trampas legales.

[5] Un guiño al título de la novela de John Kennedy Toole y la cita inicial de la misma, de Jonathan Swift: “Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él”.

[6] La de quienes dentro de la UdeS aún la poseían.

[7] Por definición, conservador de privilegios y otras memeces consuetudinarias.

[8] Doy fe: yo mismo acabé siendo uno de ellos al año siguiente, en el curso ’87-’88.

[9] Recompensa a los “mejores”.

 

 

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