SAMARCANDA

SA - 3.11.

Curros

maracandeses

Asociación

HINCA

1993

   118

 

 

Desde un punto de vista estrictamente laboral, aquél era el peor escenario posible, un pésimo negocio: trabajar gratis cada día unas cuantas horas a cambio de un sueldo que rondaba los 6 € al mes durante un año, más la limosna añadida de un vale para ropa.

Una tremenda engañifa, un timo. Pero claro, si el timo era una obligación legal cuyo incumplimiento estaba castigado con la cárcel, la cosa estaba clara: el estado se convertía en un timador que además ejercía toda su potestad arbitrariamente, impunemente. Lo llamaban Prestación Social Sustitutoria (P.S.S.) porque sustituía a la mili para quienes no creíamos ni confiábamos en el ejército. Lo llamábamos “prostitución prostitutoria” porque sólo éramos carne al servicio de intereses castrenses y castrantes.

El peor negocio que podía hacerse, pero no había más escapatoria que la cárcel. Respecto al tema yo siempre había dicho dos cosas: la primera, que no iría a la mili[1]… y la segunda, que no iría a la cárcel[2].

Terminé la carrera y se me acabaron las prórrogas, pero[3] jamás llegué (ni de lejos) a estar metido en aquel mecanismo: aunque estuve en un tris de caer en las garras del ejército, por fortuna me salvaron desinteresada y generosamente mis amigos de la Facultad[4].

Lo más cerca que estuve de aquella maquinaria fue cuando iba a entregar solicitudes de prórroga a un cuartel que apestaba a militares. Cuando, una vez que ya me había declarado objetor, llegó el momento de elegir lugar para realizar la Prestación Social Sustitutoria… allí estaba el listado: una serie de sitios que explotaban la mano de obra gratuita que les facilitaba el Ministerio de (in)Justicia(s). Casualmente para mi fortuna entre ese listado estaba la HINCA: una asociación para la que un par de años antes yo había trabajado como voluntario, desinteresadamente.

Por mediación de Claudia Ref. Paco Huevo Duro me habían pedido ayuda, porque necesitaban a alguien que impartiera las clases teóricas del Curso para monitores de tiempo libre que ellos ofertaban. Unos módulos cortos, que versaban sobre Sociología y Antropología. No fui capaz de negarme, aunque mi heterodoxa docencia despertase más de una conciencia entre aquellos pipiolos que querían manejar niños ajenos.

La experiencia no había estado mal. Allí conocí gente interesante y tuve otra perspectiva del asociacionismo. ¿Quién me iba a decir que con el paso del tiempo podrían devolverme el favor explotándome un poco laboralmente? Aquella solución sin duda era la menos mala para mi situación: insumiso vocacional pero en la práctica objetor ortodoxo. Únicamente por pragmatismo, no por convicción.

Finalmente llegó el día de incorporarme a mi puesto en la HINCA como chico de los recados. Intenté hacerlo compatible con mi trabajo de funcionario[5]. Pero no hubo manera: la Administración me condenaba a estar un año sin sueldo… desterrado de mi puesto de trabajo, a merced del Ministerio de (in)Justicia(s).

Conocer a Pablo ACABA, en aquellos momentos Presidente de la HINCA de Samarcanda, no fue tan crudo como yo me esperaba. Resultó ser un tipo jovial y compasivo. Algo pijo, pero nada extraordinariamente insoportable, como podía haber resultado… los primeros días estuve pintando los radiadores del local y haciendo chapucillas varias de ésas que no mataban a nadie.

Mi principal labor era de apoyo administrativo, como auxiliar y disponible para cualquier otro menester: ir a comprar materiales, organizar y colocar, limpiar y acondicionar… Menudencias, si lo comparamos con la vida dentro de un cuartel.

Además no estaba solo: junto a mí había otros dos objetores. De uno ni recuerdo el nombre, era un pedagogo simpático y hippie que se pasaba el día implicado con labores sociales. Iba por las tardes… casi ni nos veíamos. El otro era Pancho Chapas, un tío muy parecido a mí en cuanto a situación vital: funcionario[6], condenado también a estar un año sin cobrar… En el exilio laboral, por el asunto de la Prestación Social Sustitutoria.

Aunque filólogo clásico de formación académica, también ejercía como auxiliar administrativo para el Estado. Pancho Chapas estaba casado y tenía una niña preciosa, ésa era la principal diferencia entre nosotros. Por lo demás congeniábamos increíblemente bien. Nuestros temas de conversación resultaban inagotables y nunca llegamos a aburrirnos durante las mañanas de la Prestación Social Sustitutoria.

Aquélla sí que fue una bendición mientras estuve en la HINCA de Samarcanda: la compañía de Pancho Chapas resultó ser el mejor hallazgo de la experiencia.

Cuando teníamos que salir juntos a hacer algún encargo de Pablo ACABA relacionado con la HINCA, aquello era un auténtico paseo entre amigos. Muchas veces nos tocaba ir hasta la Estación de Autobuses para comprarle billetes de autocar a Pablo ACABA, quien con frecuencia tenía reuniones en Tashkent. Unas cañas por el camino para entretener la mañana y el día se iba en un vuelo.

Resultaban un poco más aburridas las sesiones en las que nos tocaba atender al teléfono o hacer papeleos de oficina… pero enseguida conseguimos un juego para el ordenador, que era una simulación de partidas de cartas contra la máquina. Tenía personajes cachondos a los que había que ir ganando: no hacía falta más. La risa estaba garantizada, el entretenimiento asegurado.

Pablo ACABA tenía una compañera de fatigas en la HINCA, una chica llamada Leonarda HINCA con tan mala leche… que Pancho Chapas y yo dábamos las gracias a las circunstancias de que no fuera ella la jefa. La típica hippiosilla-pedagoga que rabiaba por vernos felices en nuestra explotación laboral. Con toda seguridad, nos miraba pensando: “como fuese yo la jefa, os ibais a enterar…” Alguna vez que Pablo ACABA no estaba y tuvo la oportunidad, nos puso firmes sin dudarlo… Sí, una de esas personas que no son malas porque no tienen posibilidades de ejercer como tales.

La otra elementa que iba por allí durante las mañanas era Magda HINCA, la novia de Pablo ACABA. Una chica tan pijilla como él, estudiante de Derecho[7]. Simpática y simple, pero amable.

Para Pancho Chapas y para mí allí terminaba la plantilla del personal de la HINCA. Generalmente la asociación funcionaba por las tardes, que era cuando la gente que la formaba la utilizaba. Pero mi trabajo sólo era de mañanas, así que casi siempre tranquilidad y buen rollo.

Yo fui el culpable de que terminase aquella situación idílica: la HINCA tenía también delegación en Zarafshon, ciudad donde trabajaba como docente Dolores BABÁ. Planificamos mi traslado con el informe favorable de ambas HINCA’s: Pablo ACABA desde Samarcanda como emisor y José SAPO desde Zarafshon como receptor. Así terminaron para mí aquellas vacaciones obligatorias y no remuneradas. Si lo que había pretendido el Ministerio de (in)Justicia(s) era la risa de Valentín Padre… sólo había conseguido la mía.



[1] Cuando lo dije por primera vez delante de Valentín Padre, allá por el ‘80, se partía de la risa. Él, que la había hecho en Tetuán, perjuraba que me pondría el uniforme sí o sí.

[2] No me consideraba un mártir, aunque admirase y respetase a quienes actuaban así.

[3] Aunque incluso llegaron a tallarme y clasificarme como “apto”.

[4] Véase ¡Qué bello es vivir! 598

[5] Como solía decir yo en la época, separado: de… funcionario.

[6] Él de la Tesorería General de la Seguridad Social.

[7] Pablo ACABA lo era de Empresariales.

 

 

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