Augusto

 

Golfo

 

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Augusto Golfo era tan neófito y pirata como todos, pero su gesto daba la impresión de lo contrario: a juzgar por el lugar en el que vivía, Augusto Golfo era un chaval de buena familia que se adentraba en la radioafición buscando nuevas experiencias humanas.

Se apuntaba a las fiestas que hiciera falta, a cualquier hora del día o de la noche. Por simpático y ocurrente, contábamos con él muchas veces para tomar unas cañas más o menos improvisadas, lo que en argot de las ondas se llamaba verticalada.

Allí Augusto Golfo se desmelenaba con chistes, compartía diversión a raudales. Era de los menos patológicos de aquel mundillo, lo que viene a significar que se aproximaba mucho a lo que es una persona normal. Dicharachero y judoka, le gustaba presumir de cuerpo y también alguna vez hacía alarde de su buen equipo de radio: más que nada para marcar distancias hacia la clase media, pero sin hacer excesiva ostentación.

Charlar con Augusto Golfo era fácil y agradable: tanto por las ondas (QSO) o en persona. De ahí que con frecuencia nos animásemos a tomar copas para hablar de la radio… o de política y religión, pues ésos eran temas vedados para las ondas. Estaban censurados para evitar conflictos. Cara a cara sí, pero en el aire… mantener la compostura, morderse la lengua. ¡Como si los seres humanos fuéramos de plástico!

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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