Joaquín

 Sócrates

Denow

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Julián Sócrates era partidario de dejar de comer y dedicarse sólo a la bebida. Cofundador de la UJE[1], el resumen de dicha organización se resumía en que con el alcohol salen a relucir los “daimon” que anidan en todo ser humano. Más allá de inhibiciones sociales y esquemas artificialmente aprendidos gracias a la educación alienante. Para llegar al centro del alma pura, sin aditamentos: el alcohol.

Quizá por eso le apodábamos “Sócrates”… aunque también un poco por su aspecto decimonónico y retro. Julián Sócrates era la risa en estado puro. Con esa inconsciencia límpida que otorga la juventud, que en su infinita generosidad nos otorga la inconsciencia necesaria para no plantearnos la vida como cúmulo de obligaciones.

Así era Julián Sócrates: un cachondo en todos los sentidos de la palabra. Los sufrimientos académicos sólo eran temas de conversación entre cervezas… conversaciones aliñadas con algún descubrimiento literario o episodios de borrachera que anidaban en su memoria, presta a las libaciones.

Un buen retrato-robot de Julián Sócrates sería el episodio que dio lugar a una de sus frases más conocidas. Por aquel entonces fue editada una colección de manuales de filosofía que añadía imágenes al texto, para hacerlo más ameno. Cuando llegó a sus manos, Julián Sócrates era el alboroto personificado. La prosopopeya de la sorpresa. Circulaba por los pasillos de la Facultad y por los bares, gritando a voz en cuello y señalando el volumen: “Un libro de filosofía… ¡con fotos!”

Para completar este retrato impresionista, explicaré sucintamente los dos chistes favoritos de Julián Sócrates:

1)          Un paracaidista cae sobre un convento de clausura italiano, con tan mala suerte que el hombre queda colgado en un árbol, inconsciente… En el aterrizaje, la ropa se le rasga y está desnudo. Una de las monjas lo ve y corre rauda a avisar a la madre superiora. “–Mamma! un ángelo!” Y la superiora, intrigada: “–E vola?” A lo que la primera contesta: “–Due bola… e una trompetola!"

2)          Un cliente entra en una perfumería: “–¿Tiene Agua Brava?” Respuesta del dependiente: “–No, pero si quiere… ¡le cabreo la del grifo!”

Los repetía con cadencia imprevisible, siempre acompañados de estentóreas carcajadas. Inevitablemente éstas atraían las miradas de todos los clientes del bar en el que estuviéramos… Julián Sócrates era así de campechano.




[1] Siglas de la Unión de Jarteras de DEnow. Agrupación de amigos cuyo destino principal era “jartarse”: emborracharse.

 

 

Sonido

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