SETA

 

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Su perfil amable, su trato afable y su gesto risueño lo preludiaban. SETA era un profesor de los cercanos y comprensivos. Su mirada delataba complicidad más allá de los roles académicos. Quizá porque había traspasado la frontera hacía poco tiempo, nos veía generosamente casi como sus iguales.

SETA imponía a las clases un ritmo mesurado, pero impertérrito. Poco a poco iba acercando el mundo científico a mi mentalidad filosófica. Haciéndome ver las infinitas conexiones que los vinculan, más allá de los tópicos de Ciencias y Letras. SETA conseguía descubrir al filósofo de la ciencia que todos llevamos dentro. No era un científico infiltrado, ni mucho menos. Compartía con nosotros una visión filosófica del mundo, pero le añadía el aderezo picante necesario para que nos adentrásemos en el mundo de la ciencia. Continuaba así la tarea que el año anterior iniciara FORBES.

El pausado sentido del humor de SETA quedó patente durante un parcial, cuando estaba dictando las preguntas. Una de ellas era: las leyes estocásticas. Mientras todo el mundo la apuntaba para desarrollarla después, al fondo de la clase la voz de Heidi GEMIDO fue como un aldabonazo: “Esto… ¿queeeeeé?” Ante semejante declaración de principios, a SETA sólo le quedó el sentido del humor, lógicamente. Su carcajada se perdió entre las infinitas que llenaron el aula, ante la sorprendida mirada de una Heidi GEMIDO perpleja… Incapaz de comprender que aquel resorte la desnudaba intelectualmente ante la clase. Si no sabía ni el nombre de aquellas leyes, ¿cómo iba a poder explicarlas? La Lógica, por tanto, también debía de tenerla pendiente de aprobar…

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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