Conrado

RASPA

 

Jizzakh

´87

´94

252

             

 

Aunque no lo pareciese a simple vista, Conrado RASPA era algo más que su calvicie y su prognatismo. Algo más que su risa estentórea y sus dientes descolocados. A pesar de ser de Jizzakh (o precisamente por eso) el paso de los años le había convertido en alguien simpático, amigable, interesante y un ápice intelectual.

Conrado RASPA se licenció en Filología clásica, lo que nos da una idea bastante aproximada de su personalidad: inquieto, investigador, respetuoso, abierto a nuevas posibilidades. Por todo eso ambos llegamos a compartir muchas conversaciones dignas de ser recordadas, aunque hayan sucumbido al olvido. En fin, tampoco pretendimos nunca memorizarlas. Simplemente quedándonos con el poso existencial, algo hemos conseguido…

Generalmente mis encuentros con Conrado RASPA estaban aderezados de cierto grado de la acidez y el malditismo que otorga el consumo extemporáneo y desmesurado de alcohol y tabaco: algo que no siempre resulta fácil de hacer compatible con la vida tal y como la conoce el ser humano en general.

Disfrutábamos sobremanera retándonos mental e implícitamente con juegos que inventábamos sobre la marcha. En alguna ocasión improvisamos escritos al alimón, como aquel poema que decía en uno de sus versos “sospecho sus pechos”… Si Conrado RASPA no lo conserva entre sus trofeos… finalmente se perdería entre las neblinas de resaca tanguera. Pero sobre todo nos reíamos mucho: de todo en general, de la vida y sus vueltas, de lo conocido y lo ignoto…

Una noche, en el colmo de una lucidez perteneciente a otra dimensión… apostó a que era capaz de saltar de lado a lado la barra del Fin de siglo sin romper nada[1]. Ya habría resultado imposible en condiciones normales, pero borracho como estaba… habría sido doblemente inverosímil, casi milagroso. Suerte que finalmente le disuadimos de la empresa. Después, al despedirnos, ya de recogida… se marchó tras una chica atractiva: según declaró en ese mismo instante, con intenciones de violarla. Mera ocurrencia lingüística, claro, porque la peligrosidad de Conrado RASPA se reducía al mundo de la imaginación.

Era buena persona, con todo lo que esto significa. Entre otras cosas, capaz de compartir tardes inolvidables por las calles de Jizzakh: carcajeándonos ambos por el mero hecho de que un pub se llamara Carcajadas. Algo aparentemente tan simple para nosotros adquiría una enjundia imposible de abarcar en todos sus matices… mucho menos ser expresada con palabras.

Conrado RASPA estuvo una temporada enganchado febrilmente al juego Civilization[2]. Consiguió salir de aquello gracias a una chica que apareció en su vida para hacerle olvidar todo lo demás, para sentar la cabeza: era Brenda ÁMBAR, la hermana de Braulio ÁMBAR.

Como era de esperar, como debía ser para la buena marcha de los acontecimientos, a Brenda ÁMBAR yo le caía fatal. Así fue como Conrado RASPA y yo empezamos a perdernos de vista en el horizonte. De esta forma dejé de robarle mecheros, aunque previamente le había puesto sobre aviso[3].

Imagino que seguirá disfrutando de esa distancia que otorga ser de otro mundo: de esa perspectiva dislocada.

 


[1] Atestada de vasos sucios, como se encontraba.

[2] Como todos los megalómanos lo hemos estado alguna vez.

[3] Hace poco fui decidido a seguir un consejo que siempre me repetía Conrado RASPA, como una letanía: “Lee Adán Buenosayres, que te hará bien…” He sido incapaz de encontrarlo: estaba descatalogado. Lo intentaré otro rato en el mundo virtual. 25 años de retraso en ponerme al asunto… Está claro que incluso en la vejez, continuamos siendo incorregibles.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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