2. Las memorias como género literario: concepto, generalidades

   

2.1. Motivos para memorizar

 

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¿Qué es un libro de memorias? Personajes que devienen arquetipos gracias al tiempo, la solera y la traición del recuerdo.

La memoria es la inteligencia de los imbéciles… por fortuna, no recuerdo quién lo dijo[1], aunque he llegado a saberme de carrerilla más de 100 teléfonos… Si escribo mis memorias es para conjurar lo imposible, pero también como voluntad de olvido.

Una cuestión metodológica: ¿hasta qué punto un hecho es independiente de las personas sobre las que tiene lugar? Las memorias (tanto las mías como las de cualquiera) no tienen por qué ser un libro de nostalgia… ni todo lo contrario. Por eso, porque me niego a cantar ausencias o anhelar presencias (inútiles), este ritual será como una liturgia: una misa. Pero ni blanca ni negra: transparente.

¿Qué es un ESCRITOR DE MEMORIAS? Un juez eunuco, juez sin partes… sin atributos.

LA PREGUNTA CLAVE

¿Se puede escribir sobre sexo sin ponerse cachondo? ¿Se pueden escribir memorias sin ponerse nostálgico? O también: ¿se puede escribir sobre sexo sin ponerse nostálgico? ¿se pueden escribir memorias sin ponerse cachondo? El pasado me constituye, pero no debo confundirlo con el presente. Es una cuestión de limpidez, no de distancia.

Resulta curiosa la mente humana, siempre inventando formas de supervivencia en las condiciones más adversas. Una de las formas que presenta mayor atractivo es la mentalidad juvenil, alegre y sin hipotecas. A los 20 todos pensamos que no llegaremos a los 50. Van pasando los años y varía la perspectiva, vas creciendo… cuando llega la madurez, miras a un joven y piensas: yo era así y ¿en qué me he convertido? Aparecen casi involuntariamente en la cabeza imágenes de personas que en su día fueron importantes: compañer@s de fatigas que se han ido quedando por el camino, que llenaron tu vida de forma plena.

Hagamos recuento: ¡cuántas señales aparentemente verdaderas se fueron quedando, falsas, por el camino! ¿Acaso no hemos aprendido a intuir de alguna manera esa falacia? Máxime cuando se trata de personas…

Gentes con las que en su día compartimos momentos ciertamente inspirados. Sin embargo eso no debe hacernos deudores del pasado ni hipotecar el futuro, sino invertir en presente. No perder de vista que el instante actual es la consecuencia de todo el pasado, por eso mismo está cargado de una sabiduría que va más allá de nuestro conocimiento, siempre escaso. La nostalgia, por tanto, no tiene sentido: es volver sobre lo ya acabado, renovar cenizas sin posible brasa.

Nuestros actos, reflexiones, decisiones… responden a fuerzas que nosotros mismos desconocemos, pero nos resultan inevitables en este rompecabezas. Además modificar una pequeña pieza significaría alterar el conjunto.

Existen fundadas sospechas de que eso que se denomina ‘vigilia’ o ‘realidad’, no son más que descensos al inframundo, que lleva a cabo la verdadera conciencia. Teniendo incluso conciencia de sí misma, de sus limitaciones y necesidades, se ejercita en esta dimensión como forma de perfeccionamiento. Así el suicida: por algún fenómeno anómalo de semejante mecanismo, adquiere la supraconciencia necesaria para comprender el conjunto con lucidez. Sería por tanto alguien con un conocimiento superior, más englobante, que por eso mismo abandona esa empresa por definición incompleta, imperfecta e inacabable que es su propia vida.

Existen fundadas y argumentadas sospechas de que la realidad no es la realidad, en realidad, sino un juego de sombras platónicas: fuerzas no humanas se empeñan en proyectarla ante nosotros. Crédulos y confiando en nuestras propias energías, evaluamos el conjunto de cuanto nos rodea desde unos parámetros equivocados, pero en los que todo encaja: esta satisfacción resulta suficiente para darnos por satisfechos.

Desde esta perspectiva, la vida sería algo bien diferente a lo que nos rodea: la vida realmente es todo aquello que habita nuestros sueños y delirios, imposible de ser reducido a mera razón. Un punto de vista aparentemente trastocado[2] desde el cual hemos de tamizar y asumir como infusión lo que a cada instante se nos presenta como indiscutible. No se trata tanto de aprender, sino de cuestionar… de convivir con otro plano más englobante, desconocido para nuestra conciencia humana[3] pero no por ello menos existente.

La amplitud de miras necesaria para hacer compatible semejante conjunto con la obtusa y obstruida mentalidad dominante, con el paradigma ególatra que inspira la cotidianidad asfixiante que nos rodea… es algo que brilla por su ausencia. Quizás sea necesaria otra Era[4] para que se integre en la mentalidad humana esta perspectiva de provisionalidad propedéutica que es la vida. Una nueva etapa de tránsito en la que se nos ofrecería la oportunidad de aprender tantas cosas…

El sueño es éste, la vigilia el Universo alternativo al que pertenecemos sin saberlo.

Las Malas memorias me sirven para eso: zafarme de mi pasado, como quien rechaza una amenaza. Para conjurar el peligro de que el pasado vuelva por sus fueros.

Lo que resulta tan imprescindible como apetecible es descansar, porque descansar es un misterio, no un hecho ni un acto. Éste es el motivo de que debamos rendirle pleitesía, no dejarnos atropellar por el ritmo frenético e inhumano que pretende imponérsenos, incompatible con la reflexión y por eso mismo tan inhumano, antihumano. ¿Cuánto tiempo hace que no agotamos el descanso? ¿Que –como hicimos en otro tiempo– no descansamos hasta que la inactividad nos pide otra vez acción, nos impele a ella? Y sin temor a la pereza, dejamos que las baterías se recarguen del todo para estar así a tope de posibilidades…

En general, la condición humana es cauta por supervivencia. De ahí que con frecuencia nos prevengamos recitándonos una letanía, nos digamos en voz tan baja que sólo es mental: “Cuidado con lo irreversible”. Sin querer darnos cuenta de que todo es así, de que no hay marcha atrás: no sólo las grandes decisiones que nos alejan de nuestras otras vidas, ya imposibles…

Mis Malas memorias: un almacén de humor ácido y cítrico, una naranjada para el pensamiento de sauna que impera.

Lo que en su día fuera ansiedad en estado puro… ¿qué es hoy, sino recuerdo? Descargada como un arma de fogueo…

Se me aparecen fantasmas del pasado con otros rostros, otras vestimentas, otros oficios… me hacen revivir vagamente personajes de entonces, como si fueran llenando esa infinita lista, pero rediviva. Son –seguro– un guiño de la realidad, un símbolo que sólo a veces soy capaz de interpretar. El mundo del recuerdo: donde todo encaja… de zapatos.

Así se va perfilando nuestra existencia: como al descuido, a veces incluso con desgana o desidia. En ocasiones se nos presenta la oportunidad de anticipar el balance final de la vida, ése que hipotéticamente se hace en el momento de la muerte: por ejemplo, en un baile de antiguos alumnos. A la mañana siguiente, tras una noche atestada de conclusiones existenciales, uno piensa: “Los pensamientos de ayer me han traído el dolor de cabeza de hoy”. Sin embargo, la cefalea, más allá de resacas o abismos, representa un vértigo.

Lo cierto es que si nos hubieran preguntado… quizá no habríamos venido a la vida. Sin entrar a valorar las interpretaciones esotéricas de la existencia humana, desde una perspectiva más pragmática y especulativa, sólo cabe una respuesta: ya que estamos aquí, haremos algo ¿no?

Y una de las cosas que pueden hacerse es dejar constancia de los hechos en unas memorias, aunque sea un arduo ejercicio plasmar sobre el papel recuerdos ajenos (de otro que ya no soy yo). Resulta una actividad extraña y peculiar, que deja al descubierto el verdadero dilema de quien investiga: elegir entre influir sobre la realidad o dejarla estar tal cual, para aprender.

Me gusta ducharme, entretener el tiempo mientras pasa la vida postergar todos los sueños. ¿Cómo podría arrepentirme de algo de lo hecho, si precisamente me ha traído al paraíso en el que estoy?

Así, entre dos aguas, nace el espíritu de esta obra: el de un dios tentado de hacerse hombre o el de un hombre más allá del bien y del mal.

Sucumbí a la tentación de que mi vida dejara de ser excesiva… pero ¿cuándo? ¿y cómo? Preferir glosar una existencia antes que darse a los excesos… ¿acaso no es ya un exceso? ¿No es un poco Kavafis y sus pensamientos sobre lo extraordinario, sobre los placeres cotidianos?


 

[1] Quizá sea una forma de autodefensa de mi mente.

[2] Pero mucho más rico en matices y contenidos que la cotidianidad.

[3] Limitada y pretenciosa.

[4] En la cual sean moneda de cambio valores diferentes de los actuales.

 

Sonido

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