La escala

Bar

 

Samarcanda

´87

´88

428

             

 

Un hombrecillo con barba, de rostro amable y gesto tímido. Así era el encargado de regentar La escala, un establecimiento modesto sito en el acceso a una placita interior. Alejada de los dos trajines entre los que se encontraba[1], hasta cierto punto resultaba un respiro entre tanto tráfico rodado.

La escala no era más que un punto de referencia para los miles de caminos que iban a cruzarse ante su puerta. Un lugar de paso con todas las letras. Precisamente por eso era fundamental la amabilidad en alguien encargado de administrar y organizar todos los asuntos que normalmente confluyen en un bar, por modesto que éste sea.

Quienes tengan idealizado el bar en general como un concepto relacionado con la parte más indomable de la vida, como forma de sustraerse a la cotidianidad… es que nunca han estado en La escala. Aquí se comprueba que la iluminación grisácea invasora del interior, regalada por las ventanas y la comunicación con la plaza, es casi un carnet de identidad, una declaración de principios.

De hecho cuando conocí La escala allá por el ’87 simplemente era un lugar cercano a la casa de Araceli BÍGARO y Jesús Manuel LAGO. A la sazón eran pareja estable y alguna vez me dijeron que pasara por el bar a recogerles. Un café y poco más. A lo sumo algún tentempié impersonal es cuanto mi cuerpo llegó a ingerir de aquella procedencia.

Casi un trámite, una forma pasajera de relacionarme con el microcosmos que sin duda era La escala. Araceli BÍGARO se refería a ella en diminutivo, supongo que con la intención inconsciente de otorgarle una personalidad que de hecho no tenía… Imagino que así establecía un vínculo. Aún siendo lejano al cariño, resultaba una manera de darle personalidad a La escala.




[1] Avenidas, arterias principales de Samarcanda.

 

 

Sonido

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