Novedoso

Cafetería

 

Samarcanda

´86

´93

546

             

 

Cuando la casposa Samarcanda del rancio abolengo deseaba sacar a lucir sus pellejos, iba a los oficios religiosos. Pero también el colectivo hacía algo de vida social: ese eufemismo con el que se designa la ostentación y el vituperio, la humillación pretendidamente elegante y la presunción de vacuidades… en fin, toda la herencia de la injusticia social elevada a su extremo más cruel e inhumano. Lo que se llama regodearse en todos los sentidos.

En el Novedoso se paseaban[1] las más altas personalidades de la ciudad. Así sacaban a ventilar los axiomas de la doble moral sin ningún remordimiento. Previamente habían hecho eclesiástica penitencia, abusado de la bula colaboracionista del clero. Lo más granado de este tipo (tipejo) de caterva cavernícola, bien asentada sobre los inamovibles principios morales inventados por ellos mismos, a su antojo[2]… se daba cita en el Novedoso durante los acontecimientos importantes. Ésos que cantan y loan los cronistas de la villa, haciendo apología de lo impresentable.

Es que el lugar invitaba a este tipo de actos por su singular e incomparable calidad. Estar en el centro de la ciudad ya era todo un logro, sin duda. Pero si a esto le añadimos la gran vidriera que permitía escrutar a resguardo, desde el interior de las entrañas del Novedoso, las evoluciones del populacho en la misma plaza… Si a esto le añadimos el espacio interior inmenso, con techos altos y barandillas de bronce que resaltaban sobre el blanco marmóreo de las mesas… entonces tenemos un cuadro perfecto al que sólo hay que añadir unos espejos que multiplican las virtudes que ya están a la vista.

En el Novedoso ocurrían sólo cosas importantes, claro… Como en el Cansino, el Ayuntamiento… Era casi el centro del pueblo: como geografía, no como concepto humano. Ese poblachón que se ha dado en llamar ciudad. Allí, en plena ebullición poblacional, podía conseguirse prácticamente todo… si se pertenecía a la clase dominante, claro.

Además el renombre del Novedoso tenía matices culturales inagotables. Las tertulias literarias con las que dar notoriedad a las grandes personalidades maracandesas[3] estaban a la orden del día, otorgaban solera y prestigio a unas gentes cuya calidad literaria brillaba… por su ausencia.

Es que la dictadura también había tenido sus inquietudes culturales, claro. De ahí que siendo tuertos en un país de ciegos, los literatos circularan a la altura de los tobillos. En todo caso, renombre y prestigio no faltaron para quienes en aquella época ejercieron semejante faena para una autarquía blindada por si las moscas.

De todos esos años el Novedoso había heredado el carácter, la tradición y la clientela. Ésa misma que durante el verano circulaba por las calles presumiendo de helado… porque era otro síntoma de distinción, combatir el calor estepario con uno de los helados del Novedoso. Los italianos u otros eran para el proletariado, tan baratos como fáciles de conseguir. Pero colocarse en la mano un helado del Novedoso en pleno agosto era como adornar el dedo con una joya efímera y fungible que sólo comprendían los de la alta clase social… que eran los únicos que importaban, por otra parte.

Durante una temporada, allá por el ’95, Ofelia Heladera estuvo haciendo helados en el Novedoso. Eso me sirvió para sentirme importante, como un maracandés rico… fue una buena forma de comprobar algo que ya imaginaba: el helado era sabroso, sin duda. Pero estaba cargado de puñetas, como toda esa gentuza que vive en la nube de la Samarcanda profunda[4], ignorando a esa otra Samarcanda que pide a gritos salir de una cárcel cuyos barrotes son las costumbres y cuya condena es la convivencia cotidiana, irremisible… con el enemigo.




[1] Desde tiempos sospechosos, puede que la costumbre se remonte a los años ’40.

[2] ¿A quién iban a favorecer o exculpar, sino a sus propios inventores?

[3] Obviaremos el nombre de los poetas-abogados y demás chusma.

[4] Mirando ombligos redondos como medallones, de caudillos tan históricos como afortunadamente muertos.

 

 

Sonido

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