Pallá

Disco

 

Samarcanda

´90

´96

921

             

Aprovechando el tirón de la franquicia, el renombre y cuanto se supone que había tras él, la disco Pallá de Samarcanda explotaba el reclamo: pero la realidad era tozuda, aunque las mentes que frecuentaban el garito la alteraran interesada o involuntariamente.

La realidad objetiva tuve ocasión de contemplara en directo unas cuantas veces; circunstancias de diversa índole hicieron que mi cuerpo acabara recalando en aquel antro. Bajo el ostentoso logotipo a todo color (apetitoso, con sus rojas redondeces frutales), una portezuela en medio de la avenida daba entrada al lugar, tras unas escaleras amarillentas y encajonadas: pero al llegar al final de las mismas todo cambiaba. Un patio inmenso al aire libre, repleto de gente, era el alma de la fiesta. Música muy alta y muy rítmica, algo melódica pero sin mensaje explícito… lo que en aquellos tiempos se llamaba “máquina”, “acid house” y “bacalao” constituía el repertorio con el que animar a toda esa ganadería.

Se circulaba con dificultad entre aquella marea humana, codazos y empujones eran moneda de cambio, sin mayores preocupaciones: los cerebros estaban por otra cosa, por un asunto bien diferente… como era la voluntaria alienación, soñando paraísos que sólo estaban en aquellas imaginaciones gracias a los efectos de vaya usted a saber qué tipo de sustancias que con toda seguridad no eran el alcohol. Allí se bebía agua, sobre todo infinidad de botellines circulaban entre las manos y la gente.

Quienes allí bebíamos whisky éramos mirados de forma extraña, pues ingerirlo significaba declararnos abiertamente fuera del rollo típico, más zambullido en sustancias químicas. Quizá por eso a mí me daba la sensación de ser un infiltrado, de estar en otro mundo que era dominado por la incomunicación y el frenesí.

Suerte que era verano, porque allí, al descubierto y junto al río, a buen seguro habríamos sucumbido ante las inclemencias del tiempo: con toda certeza y sin cerveza. Mientras duraba la primera copa aquello se podía aguantar, pero enseguida lo repetitivo e insulso del conjunto te expulsaba de aquel supuestamente selecto club que a mí me resultaba incomprensible. No era suficiente el paisaje carnal de niñas moninas y bien vestidas, pues la ausencia de comunicación al estilo tradicional me resultaba excluyente.

Con un rato tuve bastante las pocas veces que estuve y francamente… me quedaron nulas ganas de volver, aunque lo hiciera por si el problema era mío, que no había sabido conectar con el espíritu del Pallá… en el hipotético caso de que lo tuviera. Sin embargo había algo allí que me atraía: puede que simplemente fuera la sospecha de que aquello bien podía ser una vida alternativa, una salida al callejón que era la mía. Sin embargo tener que desconectar el cerebro para poder acceder a aquel universo era un requisito que yo no estaba dispuesto a cumplir.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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