2. Las memorias como género literario: concepto, generalidades

   

2.8. a) Método

 

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Glosar así la existencia conlleva la aceptación de una idea: vida y muerte son lo mismo, sólo que en dimensiones diferentes de la materia. ¿Dónde está la tragedia, sino en nuestra ignorancia? En que no seamos capaces de aceptar lo inevitable[1].

Acaso todas las aceptaciones de los innumerables ‘consentimientos informados’ que firmas a lo largo de tu vida sean un salvoconducto que permite acabar contigo impunemente…

Miro en el espejo los múltiples detalles de semejante proceso, casi místico, casi mágico: la cara del individuo que tengo frente a mí es la misma (sin serlo) que miraré mañana. Miro en los intersticios de la memoria: ahí donde se han quedado a vivir pensamientos y ocurrencias, ya olvidados pero que me constituyen como invisible rompecabezas.

A lo largo de la existencia alguna vez se nos presenta esta frontera: este otro, el que aún no está, habrá perdido la virginidad quirúrgica; por vez primera un bisturí habrá atravesado la barrera protectora que separa el cuerpo del exterior. Una piel, una cáscara, una armadura.

Hay algo más que el paso del tiempo… hay también un aprendizaje que nos regala cierta metodología a la hora de recordar nuestra vida, de conjugar las memorias como verbo y no como sustantivo.

Son ideas escurridizas, que sólo pueden ser atrapadas con la libreta o el móvil, como la vida misma. Cosas que alguna vez pensé.

 

[1] “Nadie duerme en el carro que le lleva hacia el patíbulo”, dijo John Donne.

 

Sonido

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