Julián

HACHE

 

Kagan

´94

´98

409

             

 

A Julián HACHE sólo le gustaba divertirse. Reír y sentirse útil en algún aspecto más allá de su condición laboral de camarero. Si es cierto como dicen que ser camarero no es una profesión, sino un estado de ánimo… sin lugar a dudas podemos afirmar que Julián HACHE era un camarero profesional. Sobre todo por su vocación de servicio.

También estaban: 1) Esa tendencia a colocarse en un segundo plano, como si ése fuera su lugar natural… y 2) esa capacidad para hacer que quien hablara con él se sintiese importante, al notar que su interlocutor era una piltrafa vocacional.

Aunque Julián HACHE era buena persona, en su trasfondo latía un componente sumiso, masoquista. Como si se conformara con ser de Kagan por considerarlo un privilegio. Mecanismo básico y pueril de autodefensa, la renuncia a la lucha.

A Julián HACHE le gustaba ser comparsa, acompañamiento. Cuando la vida le había ofrecido otras posibilidades, él había reculado, modesto. No se consideraba digno de la oportunidad.

Así encajó con Leandro Francisco CASO y su mundo. Formaban un equipo perfecto al abrigo de toda realidad: en su reducto. No en vano, el bar de Julián HACHE se llamaba La otra calle. Allí organizábamos tertulias literarias, preparábamos revistas… ¡qué sé yo! las infinitas cosas que pueden hacerse entre sonrisas, en el salón de casa del pueblo, sin quitarse las zapatillas.

 

 

Sonido

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