Marcel Pléyades era un tío con barbas, medio hippie… de ésos a los que en los ’80 se les llamaba progres. Fumador de tabaco y porros, Marcel Pléyades tenía el perfil amable de los radioaficionados piratas de aquella época. Charlar con él y tomar unas cervezas resultaban tareas de lo más agradable. Por eso hacerlo de cuando en cuando era saludable.

Si mirabas hacia arriba al pasar por su calle… allí se veía inconfundible la antena que delataba su domicilio[1]. Si el colectivo de los radioaficionados piratas podía ser clasificado de alguna manera, era dividiéndolos en dos grandes grupos: problemáticos en sus infinitas variantes y fáciles de tratar, humanos. Marcel Pléyades era de los segundos. También muy dado al mundillo astral: de ahí su QRZ, su nombre de estación.

En su día apoyó la iniciativa de crear la Asociación de Cebeístas de Samarcanda, A.CE.SA.: uno de mis proyectos, que posteriormente acabó yéndose al garete.

A veces con las cañas, otras con la emisora en plena noche, pero Marcel Pléyades y yo compartimos buenos momentos en la Samarcanda de los ’80. Aunque las risas se hayan perdido en la inmensidad del Universo, como las ondas de la radio.

[1] QTH en el código Q. “Cutibache” en la jerga molona de los iniciados.