Felipe   Tango4   ´88 ´93 799
             

 

Su gesto por lo general ausente resultaba inquietante, porque no era una de esas miradas perdidas en el horizonte, vacía como la de un animal. Más bien la de Felipe Tango4 parecía sustraída a lo inmediato por alguna idea que circulaba libre y a la deriva en el interior de su mente, incapaz de ser trasladada a la realidad… pero no por incapacidad de Felipe Tango4 para hacerlo, sino por la esencia misma de la propia idea, que se negaba a ser traducida a lenguaje o actos. Imaginar el sufrimiento que podía provocar eso en el interior de Felipe Tango4 hacía que en uno se despertara solidaridad y comprensión, pero como intuición: nada racional. Resultaba agradable charlar con Felipe Tango4, casi siempre de algún tema relacionado con lo que teníamos en común: los tangos. Porque Felipe Tango4 era contrabajista en un grupo musical que se dedicaba a hacer conciertos según demanda. Por lo tanto vivía de forma precaria, a salto de mata y dependiendo de lo que iba surgiendo de actuaciones (bolos, que le dicen los del gremio) por la geografía. Sin embargo el carácter de Felipe Tango4 no era huraño en absoluto, más bien desprendido y amigable: además disfrutaba con lo que hacía, tenía lo que suele llamarse espíritu tanguero… esa forma de aceptar la realidad hostil que es capaz de convertirla en una canción.

Era allá por el ’93 cuando le conocí y hablaría con él unas cuantas veces, sobre todo por la coincidencia que nos había arrastrado (a cada uno por su parte) al mundo del tango, que compartimos en aquella época. Después le perdí la pista, aunque sabía de sus andanzas por Valentín Hermano, pues Felipe Tango4 recaló en ese agujero negro para buscavidas que se llama Tashkent.

Por eso fui sabiendo de su destino con irregular frecuencia: entre otras cosas, porque Felipe Tango4 había empezado a formar pareja con Marisol Fontanera, lo que imagino supuso toda una revolución en su vida, por naturaleza o condena, solitaria. Así me enteré de aquel cambio de rumbo que a buen seguro le alegró la vida y le sirvió como revulsivo a la hora de afrontar el futuro. Mas como muy bien resume el espíritu tanguero, muchas veces la felicidad es únicamente un espejismo fugaz que se convierte sólo en recuerdo, en una referencia para el resto de la vida. Así fue como ocurrió en el caso de Felipe Tango4, pues al poco tiempo la pobre Marisol Fontanera, aquella chica risueña y vitalista, desapareció de la faz de la tierra, borrada de un plumazo por un cáncer.

Imagino el desconsuelo que invadió el corazón de Felipe Tango4, la desesperación instalada en su cotidiana incomprensión… a buen seguro su gesto se tornó más hosco, él menos comunicativo y abundando en la introversión. Ausente de un mundo en el que probablemente sólo estaba su cuerpo: seguramente los años-luz de distancia que separaban su mente de la realidad que le había tocado vivir, puedan comprenderse mejor a la vista de cómo evolucionó su existencia.

No sé si Felipe Tango4 abandonaría el contrabajo, pero se sumergió de lleno en el mundo de las fractancias: seguramente la informática sería el vehículo utilizado, pero no debemos confundirlo con el viaje en sí mismo. Deslizarse por el universo de los fractales tiene algo de divino por infinito, sin duda… pero también alberga la belleza de lo armónico. Aparte de ser hasta cierto punto incomprensible, como la vida misma.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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