Lucas

Física

Qûqon

´95

´96

863

             
               

 

Estaba claro que Lucas Física tenía que dedicarse a la ciencia: en general a algo del mundo intelectual, pero no como predestinación sino como aplicación de la inteligencia a los condicionantes que le habían tocado en la lotería de la vida. El aspecto físico de una persona no sólo radica en sus características fisiológicas, está claro… también tiene mucho de dedicación a optimizar las posibilidades que a uno le ofrece el mercado en general. Dedicación en tiempo, energías y recursos que en el caso de Lucas Física habrían necesitado ingentes cantidades de todo tipo, porque se trataba de alguien alto, delgado y contrahecho… pero además ni su cuerpo ni sus gestos o ademanes contribuían a compensar aquel despropósito, sino que lo agravaban.

Por lo que se refiere a la vista, ojisaltón y miope con unas gafas que en nada favorecían al conjunto de su imagen. El pelo rizado y descolocado sobre una semicalva era el complemento perfecto para su apariencia, de vestir desgarbado y descuidado, sin mayor preocupación que la de no ir desnudo. Al igual que el pelo, moreno a más no poder, en su rostro se apelotonaban pelos que sin llegar a ser barba, parecían siempre a punto de conquistar aquel rostro: abandonados y tupidos hasta un punto que inmediatamente después de afeitarse, ya parecían barba descuidada. El belfo colgante y los dientes algo negruzcos y descolocados daban al conjunto un acabado lamentable, incluso a veces uno se arrepentía de hablar con Lucas Física sólo por tener que reducir el lenguaje a esa comunicación lamentable… o como mínimo utilizar así dicha herramienta. Parecía salido de un laboratorio: pero no como producto elaborado en él tras tiempo de dedicación, sino del otro lado del microscopio… el científico loco elaborando algo que cambiará el mundo.

Estaba claro que con esos antecedentes, Lucas Física tenía que dedicarse a la ciencia, porque parapetarse tras laboratorios e investigaciones le permitía dejar de lado todos esos débitos tan materiales y humanos. En el Instituto Fortaleza todo el mundo le aceptaba tal cual era, aunque no entendieran muy bien por qué se había dedicado a la docencia y no a la investigación de cualquier clase para mantenerse alejado del mundanal ruido.

Pero –en fin– Lucas Física era un buen tipo, aunque algo simple para mi gusto; amable y entrañable, aunque con frecuencia apareciera tan distraído como los sabios. ¡Quién sabe! Es probable que no me hubiera acordado de Lucas Física y poco a poco éste hubiese ido pasando a formar parte de mis recuerdos sedimentados hasta llegar al olvido… de no ser porque casi 20 años más tarde, un día soleado, coincidimos Lucas Física y yo cerca del mar, pero en plena metrópoli costera. Le saludé efusivamente,  pero su gesto de sorpresa me indicó que aquel hombre pertenecía a una realidad paralela a la mía: no diré que incompatible, pero sí que resultaba obvio que no eran coincidentes.

No me recordaba, sin duda alguna no fingía… yo le di unos toques de atención: anclaje espacio temporal… sobre lugares comunes que en su día habíamos compartido. Por ejemplo, compañeros de docencia en aquel tugurio llamado Instituto Fortaleza. Amablemente me dijo que sí, todo era cierto; pero sintiéndolo mucho, no me recordaba. No me traumatizó, simplemente me pareció una lástima, un desperdicio para su experiencia que aquel reencuentro casual no hubiera despertado en él la memoria de buenos ratos.

Volvió a su autocar, con sus alumnos; Lucas Física era uno de esos profesores que se prestaban a realizar excursiones como acompañantes del alumnado, de manera voluntaria. Una tarea nunca suficientemente compensada, agradecida ni reconocida por parte de nadie… una extraña forma de romanticismo.

 

 

 

Sonido

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