Sandra

Planeta

 

´92

963

           

 

Tan fea como simpática, hablar con Sandra Planeta daba la impresión de ser una afortunada casualidad, porque su carácter garantizaba un buen rato desenfadado y dicharachero. Parecía como si nada en el mundo pudiera socavar aquella alegría contagiosa: precisamente esto era lo que había llevado al mundo entero a proponerse ese objetivo en concreto. Hacerle la vida imposible a Sandra Planeta o al menos amargársela en gran medida, ni más ni menos.

La impresión que me produjo el trato cotidiano con Sandra Planeta, teniendo en cuenta que éramos compañeros de trabajo en el C.D.M. de Kagan, ocho horitas diarias… fue de que ella era alguien con capacidad para comprender y hacerse comprender: algo que en principio se da por supuesto en alguien de su condición docente, porque sin comprensión difícilmente puede haber enseñanza alguna (de la educación mejor ni hablar).

Digamos que la tortura a la que la vida había sometido a Sandra Planeta no había hecho mella en su carácter, a pesar de que motivos para ello no le faltaban: divorciada de un energúmeno que la maltrataba, tenía dos hijos a su cargo, con lo que eso supone de sacrificio y dedicación; cuando conocí a Sandra Planeta, allá por el ’94, las criaturas rondaban los 8 años, así que ella estaba en plena etapa de inacabables sufrimientos, lo que no es mucho decir… con el paso del tiempo la cosa iría a mayores: seguro.

No lo sé, perdí de vista a Sandra Planeta con mi salida de Kagan y toda la película de terror que lleva asociada mi marcha de aquel horizonte. Pero mientras estuvimos allí, compartimos ambos el manto protector del C.D.M. y compartiendo también algún que otro proyecto encomendado por las altas instancias del centro; siempre hubo buena relación entre nosotros. En metáfora de cocina: yo como pinche, Sandra Planeta de cocinera.

Compartíamos una suerte de aceptación resignada del C.D.M., aun sabiendo que de allí nada bueno podía salir… pero con un esfuerzo mínimo, tampoco saldría nada malo. De ahí que tuviera más importancia entre Sandra Planeta y yo todo lo que no era trabajo: desayunos con buen humor, charlas distendidas a deshoras u ocurrencias capaces de alegrar la vida, sin más complicaciones.

Algunas veces también comidas en las que nos reuníamos todos los componentes de la plantilla del C.D.M. para encontrarnos fuera de la cámara de torturas, del lugar de trabajo: más humano todo, sin duda. Sandra Planeta era una chica normal, algo que a mí me parecía muy bien; pero precisamente por eso no me motivaba a más, ni conocerla en profundidad (habida cuenta de la contradicción, por tratarse de alguien esencialmente superficial) como tampoco indagar sobre nada más allá.

Pero por aquel entonces se encontraba en mi casa Seco Moco, para cuyas garras Sandra Planeta resultó ser víctima propiciatoria; de su trasfondo de víctima llegó a aprovecharse el inefable Seco Moco[1], porque si ella ya tenía experiencia en ser maltratada, análogamente él la acumulaba maltratando: personas, animales y todo lo demás, incluyéndose a sí mismo. Así que casualmente hicieron buenas migas, se complementaron una temporada… La justa para que cada uno de ellos acabara sacando a relucir su verdadera personalidad respectiva: Seco Moco, cruel y despiadado; Sandra Planeta, negándose a repetir el rol que la vida se empeñaba en adjudicarla. Lo que viene a significar que al poco tiempo se separaron. Para Seco Moco no tenía sentido torturar a alguien que no deseaba sufrir y para Sandra Planeta tampoco era plato de gusto caer una vez más en la misma trampa de la que en otra ocasión había conseguido escapar.

Sin duda Sandra Planeta interpretaba un papel de progre avasallada por la sociedad fagocitante, pero era digna de mejor suerte.



[1] Pero ésta es otra historia.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta