Jinete’s

Bar

 

Samarcanda

´88

´89

384

             

 

El Jinete’s no tenía aspiraciones de ningún tipo… Se conformaba con ser un humilde bareto de barrio, pequeño y cutre. Resultaba indiferente que fuera un negocio, careciera de personalidad en su decoración y no figurase en el catálogo de bares emblemáticos[1].

En eso residía precisamente su personalidad. Albergar momentos efímeros de personas normales. Más que un bar… en el transcurrir inane del día y en la sucesión de días sin Historia, el Jinete’s parecía un puro trámite.

Algo así como la representación material de que para casi todo el mundo y casi siempre… la vida viene a ser una sucesión de acontecimientos ordinarios que se van acumulando blandamente. Hasta concluir, como en la canción de Pablo Milanés, que “la vida se pasó sin darnos cuenta”.

Dicho sea todo esto sin afán de menoscabar la gran e ingrata tarea que desempeñan constantemente los locales como el Jinete’s. Una especie de intrahistoria trasladada al mundo de los bares. Sin ellos resultaría inconcebible la vida normal, real, cotidiana. Porque ¿acaso puede ocurrir que todos los bares sean extraordinarios? ¿O que todos los días sean inolvidables? Es evidente que no, por definición. De ahí que la dignidad con la que los lugares como el Jinete’s acompañan con su café o su cerveza a los anónimos e insulsos visitantes… sea más bien digna de encomio.

Los antros así, como el Jinete’s… como los días normales o las personas que no llaman la atención: resultan imprescindibles. Aunque sólo sea por oposición, su existencia nos sirve para distinguir dónde está la vida que merece la pena… si es que alguna vez la encontramos… Y dónde la inmensa piscina gris que se empeña en llenar la vida.

 

[1] No de Samarcanda. Ni siquiera del barrio.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta