Juan de la Cueva

 Bar

 

Samarcanda

´83

´85

403

             

 

Un punto de fuga. Así se denomina en el mundo del dibujo técnico al lugar de referencia para establecer la perspectiva. Análogamente, para mi universo del ’85 esto era el bar Juan de la Cueva. La situación geográfica del mismo era ideal. A la vuelta de la Facultad de Derecho, lugar perfecto para el refugio, la huida. Sus vinos con melocotón, como huida del Derecho Canónico: entre Saturno y Alfalfa. Francamente, motivos para salir pies en polvorosa no faltaban. Si aguantar las clases que tenían un contenido interesante ya era difícil[1]… cuando se trataba de ladrillos indiscutibles e infumables, no había otra forma de supervivencia.

Esto era lo que ocurría con el Derecho Canónico… Si el contenido de la asignatura ya era difícilmente digerible, a eso se añadía el “aliciente” de que no sólo lo impartía un cura… Además el tipo se creía extremadamente gracioso y pretendía convertir las clases en algo ameno gracias a su humor rancio.

Obviamente, el resultado era poco menos que imposible de digerir. Por eso Vicente GAMA y yo convinimos que existía una jerarquía incuestionable. Si bien había asignaturas que podían dar lugar a interpretaciones[2], ésta, el Derecho Canónico, resultaba a todas luces prescindible. Si no para el currículum, al menos era una cuestión de salud mental…

Así, aprovechando el lugar de la misma en el horario de clases, Vicente GAMA y yo abandonábamos alegremente aquel cocedero de percebes que era la Facultad de Derecho. Nos retirábamos discretamente al Juan de la Cueva a tomar unos vinos y jugar al mus mientras charlábamos.

Aunque después el rato iba discurriendo por imprevisibles derroteros, en principio nuestro menú de media mañana se componía de una baraja y un par de vinos especialidad de la casa. En su fondo el vino abrazaba unos trocitos de melocotón en almíbar. Nada más fácil que cogerse un melocotón, está claro.

Pero Vicente GAMA y yo éramos población comedida… Al menos en esa época. Nos manteníamos sobrios. Para conseguir una velada interesante que además nos permitiera después retomar la actividad lectiva. Así era durante cada mañana y así fue durante muchos días. Escapada al Juan de la Cueva[3] para charlar y, aunque sólo fuéramos dos, jugar al mus hasta que llegara la siguiente clase.

No lo recuerdo con exactitud… o lo hago vagamente, como cuadraría decirlo en este caso. Pero con toda seguridad fue allí donde Vicente GAMA y yo empezamos a calibrar una posibilidad: la de mi cambio de carrera. A la sazón él tenía un par de amigos, “los Álvaros”, que estaban interesados en la Filosofía y a él le hacían partícipe del asunto.

Como quiera que a mí el Derecho me provocaba una alergia inevitable[4], esto se traducía para mí en una necesidad casi urgente de salir para siempre de la Facultad de Derecho. Mera supervivencia, si no deseaba convertirme en un abogado como producto de la eutanasia mental que se avecinaba.

Vicente GAMA me iba explicando y animando. Me contaba que lo peor de la carrera de Filosofía era el examen oral de Metafísica[5]. Según él, lo demás no sólo era soportable, sino incluso entretenido. Con las promesas de ayuda para ése y otros trances, finalmente Vicente GAMA y “los Álvaros” me sirvieron para dar el salto en el vacío. No obstante, me presenté a todos los exámenes de Segundo curso de Derecho, aunque con un balance negativo. Casualmente sólo aprobé el Derecho Canónico. Salí por patas de aquella Facultad. Como motivo indiqué en el impreso de traslado “No me gusta Derecho”.

Finalmente el Juan de la Cueva había resultado metafórico. A pesar del trago más o menos amargo y peleón, en el fondo de aquel trance latía un mundo nuevo. Me esperaba la Facultad de Filosofía: un melocotón en almíbar.


 

[1] Ese don de Midas contaminado que posee el Derecho: para trocar en árido cuanto se le acerca.

[2] Como el Derecho Civil o el Derecho Penal.

[3] Sobrio y estepario: madera, cojines y frío.

[4] Un prurito intelectual a caballo entre: el hastío, la repulsión, el aburrimiento y un repateo de barriga difícilmente explicable…

[5] Sobre la Crítica de la razón pura, de Kant. Algo que tenía lugar en Tercero, a mitad de la carrera de Filosofía.

 

 

Sonido

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