Summum

Pub

 

Samarcanda

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En la línea de buscar elementos tan comunes al colectivo estudiantil como impersonales para no acotar la clientela, apareció el Summum. Un establecimiento digno de mención en el panorama hostelero maracandés.

La idea era bien sencilla: una reproducción a escala de lugares culturalmente llamativos de Samarcanda, pero sin afán exhaustivo, sólo evocador y simbólico. Para ello se tomaron como referencia, por ejemplo, las esculturas típicas del centro de Samarcanda[1] y se hizo una especie de réplica a escala, con las características y necesidades propias del establecimiento hostelero. Trayendo así algo representativo de la ciudad hasta el terreno del alterne. En lugar de lo que solía hacerse normalmente, que era colocar el establecimiento en el paisaje urbano.

El Summum, por así decirlo, no se había insertado en medio de la ciudad, sino que la había reproducido a su antojo en el interior de sus propias entrañas. Una forma de conquistarla como otra cualquiera. Esta ambientación conseguía darles a los clientes la impresión de estar impunemente en medio del cotarro. De tener a su alcance el mundo entero, aunque en realidad se encontrasen en una especie de ghetto. Era un mundo real pero virtual. Apartado de la maracandesidad más repelente, una engañifa muy bien decorada pero que no era sino una trampa psicológica con la que autoengañarse[2].

“Al fin y al cabo –pensaba el inconsciente– si estoy aquí, ¿para qué necesito la realidad? Pediré otra copa”. El ambiente en el interior del Summum era ciertamente peculiar: como si siempre fuera fiesta. Algo parecido a la sensación que invade al asistente a un banquete de boda. Generalmente la mayoría de la clientela nada tenía que ver con el mundo universitario[3] o el monumental[4]. Más bien se trataba de personas dedicadas a las actividades más corrientes en el mundo de los vivos, independientemente del colectivo al que se pertenezca… sobre todo aquéllas relacionadas con el apareamiento o la enajenación mental transitoria.

En otras palabras, al Summum se iba a beber y a ligar[5], para lo que se desplegaban todas las técnicas previamente aprendidas en aquel entorno privilegiado, cuya propiedad era hacerle olvidar a uno el asunto de la vida como pérdida de tiempo. El Summum era la comparsa perfecta para pretender darle importancia a lo que se agota en sí mismo y para eso también organizaba espectáculos que contribuyeran a olvidar o hacer olvidar la realidad.

Conociendo el mundillo al que pertenecía el colectivo empresarial que en su día abrió el establecimiento, no sería de extrañar que incluso el nombre[6] formara simplemente un juego de palabras entre el inglés y el latín, para acercar la pornografía al ámbito universitario (cum-sum).

En definitiva, éste sería un buen resumen de lo que allí se ventilaba. Probablemente sea una de las realidades más crudas del mundo académico: el hecho de que, cuando se trata de instintos primarios, lo intelectual se deja de lado.

La eterna batalla perdida por el intelecto frente al sexo, crudamente así expresada. El mundo no es de los más inteligentes o de quienes más estudian, sino de los guapos y los expertos en placeres. “Déjate de títulos” –parecían decir la puerta y la fachada del Summum: “ven directo a los placeres de los sentidos, lo único que existe realmente”.




[1] Que estaba allí mismo, sólo había que salir del bar.

[2] Una variante de trampantojo.

[3] Salvo las ínfulas de codearse con la intelectualidad. Si acaso, estar matriculados en alguna Facultad como coartada, como club social.

[4] Ignorancia general acerca de la Historia del Arte o tonterías similares, consideradas en aquel ambiente propias de ratas de biblioteca.

[5] O al revés, dependiendo de las prioridades.

[6] Supuestamente intelectualoide y con ínfulas académicas.

 

 

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