Romeo y Julieta

Bar

 

Zarafshon

´93

´94

856

             

Romeo y Julieta habría llegado a pasar como bareto de barrio, haciendo un poco la vista gorda: pero no más allá, ni siquiera para ser considerado bar de tapas, de alterne o menos aún referente para cualquier tipo de actividad. Para decirlo más gráficamente, Romeo y Julieta era un bar cuyo mayor atractivo, cuya más sublime característica, era que daba a dos calles: hacía esquina, chaflán. Fuera de eso, los ventanales y la decoración eran de lo más impersonal; dominaba el ambiente una coloración entre verdosa y azulada, pero con unos tonos pastel que parecían huir de cualquier declaración de principios, ni siquiera cromática.

Las pocas veces que estuve en Romeo y Julieta fue por casualidad, de paso y sin muchas ganas… porque se terciaba tener que consumir unos minutos por alguna espera y ya de paso consumir algo. A Dolores BABÁ sí que le atraía el sitio, imagino que por ese afán cutre-romántico que era la enseña de su militancia; yo le seguía el juego y alguna vez estuvimos tomando unos vinos allí, para ver si conseguíamos arrancarle una sonrisa a aquella personalidad ausente.

Ese afán de idealizar lo cotidiano, incluso lo decadente o lo cutre de la realidad, resultaba uno de los pasatiempos preferidos de Dolores BABÁ. Con la excusa de que Romeo y Julieta estaba casi en la puerta de casa, como quien dice, de uno de nuestros domicilios en Zarafshon, llegué a interactuar con aquel bareto, pero sin frecuentarlo propiamente dicho.

Lo cierto es que el ambiente ordinario y ausente de toda magia que por allí se respiraba… a mí me producía la sensación de estar realizando un trámite, más que disfrutando del asueto o del ocio. Romeo y Julieta era uno de esos bares que uno se va encontrando a lo largo de la vida, por los que pasa sin pena ni gloria y –aunque quede un poco cruel decirlo así– tiende a olvidarlos sin mayor dificultad.

Si conservo el Romeo y Julieta en la memoria seguramente es para fustigarme con una dosis de realidad que me baje los humos cuando pretendo idealizar cualquier tontería o elevar hasta lo sublime algo que no es más que realidad pura y dura, cutre como la vida misma durante la mayor parte del espacio y el tiempo. Una lección de humildad que me aplico a mí mismo para mantenerme deliberadamente alejado de un lirismo artificial, traído por los pelos. Lo mismo que el nombre de aquel bareto infame cuya única virtud fue cruzarse alguna vez en mi camino.

 

 

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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