Chicas, chicas, chicas

   

Samarcanda

´87

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Aunque me suena al año ’86, probablemente ya había empezado la primavera del ’87 y aprovechábamos el buen tiempo… porque el asunto era al aire libre, a pesar de tratarse del domicilio de Jesús Manuel LAGO: aquel mítico ático cuya terraza permitía sin problemas la planificación que se había pensado.

La idea no era otra que una reunión espontánea (aunque avisada) de amigas y conocidas que lucieran sus mejores galas… es decir: nada de modelos profesionales. Con el objetivo de pasar ante las cámaras de Nini Resús y Valentín Hermano. Por tanto una especie de fiesta con la excusa de las fotos: bajo el título de Chicas, chicas, chicas[1] reunió un buen grupo de nínfulas prestas a posar cual mariposas.

El ambiente era distendido, con música y bebida para quitarle hierro al asunto… yo ayudaba en cuestiones técnicas si se me requería para ello, pero estaba más interesado en interactuar con aquel cargamento de chicas que en la fotografía misma.

Así que bien pronto me desentendí de la vertiente artística para dedicarme de lleno a cultivar mis habilidades sociales, ese otro arte. Al rato, cuando aquel ambiente se convirtió ya en un guateque al más puro estilo sesentero, conseguí intimar con Adriana Bellas Artes; una simpaticona chica de Ghijduwon, amiga de alguien que vivía en aquel piso.

Aprovechando la confusión de una multitud en plena efervescencia, Adriana Bellas Artes y yo nos deslizamos como anguilas entre el personal y alcanzamos la oscuridad de la escalera: el edificio era lo suficientemente amplio como para pasar desapercibidos y allí, gracias a la escasa iluminación que penetraba desde la calle a través de la traslúcida cristalera, estuvimos practicando un buen rato el famoso asunto del magreo.

Aquello consiguió secarnos el gaznate lo suficiente para aventurarnos a salir a la calle, buscando bares que nos sirvieran la medicina correspondiente. No sé cuánto tiempo había transcurrido… lo cierto es que al pasar por un parque cercano a aquel domicilio, encontramos a alguno de los compañeros de fatigas en el asunto de la fotografía: algún reproche amistoso y cómplice por haber desaparecido… procedía de Valentín Hermano, que se hacía acompañar de Minerva GOMA. Gustosamente yo la habría cambiado por Adriana Bellas Artes en aquél o cualquier otro momento.

El paso del tiempo (los años, quiero decir) vino a demostrar que aparte del herpes labial de aquella noche, Adriana Bellas Artes y yo sólo compartíamos el gusto por el tango… y los besos, claro, aunque jamás volviéramos a repetir la experiencia.

Esa noche me dejó en la mente un sabor agridulce, porque vino a ser la demostración práctica de que por muchas expectativas que provoque una situación, el cumplimiento de las mismas resulta limitado: desgraciada aunque inevitablemente.

Había infinitas chicas en aquella sesión fotográfica: hasta en el título de la movida. Pero yo sólo había tenido acceso a una, lo que me pareció frustrante… Imagino que provocado por mi vocación de presentarme algún día a las oposiciones de Dios: para conseguir ante todo el ansiado don de la ubicuidad y poder estar en todas las chicas al mismo tiempo.

Sobre las fotos de aquella sesión… recuerdo vagamente haber visto alguna por casualidad, pero la experiencia para mí fue en positivo: mucho contraste, mucho claroscuro y una amplia gama de grises llenaron mi cabeza aquel día… pero nada negativo.

 




[1] Como la famosa canción de Elvis Presley.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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