Minerva

GOMA

 

Samarcanda

´85

´93

507

             

 

Minerva GOMA era un acróstico de belleza, el testamento del encanto. Desde sus primeros tiempos de porrera, a Minerva GOMA le había salido un tumor (su novio) con el que había aprendido a vivir sabiamente. Cuando llegó a la Facultad de Filosofía no pudo emprender adecuadamente el vuelo por ese motivo. Así que se dedicó durante toda la carrera a practicar un vuelo rasante que le condicionó la vida en muchos sentidos, a pesar de ser enriquecedor y sumamente provechoso para Minerva GOMA.

El tumor se llamaba Sierra Ref. Minerva GOMA y con el tiempo acabó siendo su marido y el padre de sus hijos. Entre los infinitos recovecos existentes en el abismo de la filosofía, Minerva GOMA se deslizaba con la facilidad y gracilidad que otorga una figura aerodinámica y fusiforme. Pero llevaba ese lastre, una especie de filtro que deformaba cuanto Minerva GOMA veía y experimentaba.

El hecho de que Minerva GOMA tuviera pareja sin duda supuso para ella una infinita ventaja en lo que a estabilidad emocional se refiere. Pero también resultó un infinito inconveniente a la hora de abordar universos alternativos y mundos posibles: y en la Facultad de Filosofía había muchos. Minerva GOMA habitaba un territorio incierto y difícilmente clasificable, imposible de describir si no es como impresionismo.

Entre Minerva GOMA y yo hubo durante mucho tiempo una complicidad que iba mucho más allá de la materia… se ventilaba en un plano astral inaccesible para su novio. Pero no porque le pusiéramos los cuernos alguna vez[1], sino porque nuestra relación pertenecía a un ámbito vedado para él, en tanto que Sierra Ref. Minerva GOMA era un extranjero en el mundo de la filosofía.

Minerva GOMA y yo disfrutábamos infinitos instantes de cercanía espiritual, aunque jamás llegásemos a materializarlos[2].

* Una noche: charlando en el parque de su barrio sobre las posibilidades de comunicación entre los humanos, los límites del lenguaje verbal y su cercanía con el lenguaje corporal. Un gato vagabundo se nos acercó, misteriosamente se dejó acariciar… Como si fuera el emisario de algún mundo desconocido que se nos ofrecía. Allí mismo un par de días antes Minerva GOMA me había enseñado un dibujo de humanos en una postura sexual que semejaba un animal mitológico.

* Muchos días, hablando sobre las asignaturas de clase, volvíamos paseando a la hora de comer… cada uno en casa de su respectiva familia. Minerva GOMA sólo con su madre y su hermana Rocío Fanática: una chica coja y amable, psicóloga en potencia de la Universidad Fanática.

* Una noche: deambulábamos entre infames bodegas de barrio y desembocando en un parque del centro. Allí nos ventilamos una botella de Four roses a cuya etiqueta añadí un cromo adhesivo con otra rosa. En su honor, porque Minerva GOMA era la quinta.

* Infinitas mañanas de cañas y vinos: deambulando por su barrio, contagiándonos de los ambientes de currantes… bebiéndonos un gris cotidiano, pero como antropólogos practicando la observación participante. Sintiendo en propias carnes la sordera de la sociedad y su diálogo de besugos.

* Paseos por barrios poco recomendables: acompañándola a pillar costo, su pasión irrenunciable, en casas de familias quinquis. Sintiendo el dulzor de la adrenalina. ¿Qué mejor que haber muerto a su lado en semejante tesitura?

* Risas, muchas risas entre intercambios poéticos y sugerencias inspiradoras de sonrisas y proyectos imposibles: siempre truncados por la presencia ausente de su futuro cónyuge.

* Una tarde entre debilidades de su voluntad: vagamente la dulzura de sus besos en una embriaguez múltiple… buscando rincones ocultos en los que le robamos algunos besos al destino. El mismo que llevaba mayúsculas en su cronología. Buscando furtivamente calles que nunca hubieran visto antes nuestros besos, con nadie en ese pasado indeseable. Entre las oscuras callejuelas de una Samarcanda que era casi una novela.

* Un día de cañas por Van Damme, hablando de El coño de Irene (de Louis Aragon) con Minerva GOMA y Sierra Ref. Minerva GOMA. Poco antes de que emprendieran su marcha definitiva hacia otros paisajes más exóticos: Haití, Marruecos… Él trabajaba en embajadas y Minerva GOMA era su pareja: de hecho y de experimentos.

* Una botella de ron haitiano que me permitió degustar los paisajes que un día fueron cotidianos para Minerva GOMA. Rascaba mis entrañas con el infinito placer de un dolor dulce, de un paraíso imposible.

* La narración que Minerva GOMA me regalaba. Sobre las charlas que había mantenido con sus amigos marroquíes. Ellos habían creado una Asociación de ayuda al Primer Mundo, para hacernos patente cómo éste ha enceguecido gracias a las cuentas de colores. Solidaridad humana sin fronteras, incomprensible para las mentalidades obtusas y/o antropocéntricas.

Además muchas otras experiencias compartidas, en presencia o ausencia.

·                    Minerva GOMA acompañó a Maribel LIMA y Marilyn Hermana durante una excursión veraniega de tres meses, para trabajar en la hostelería costera. Incapaz de comprenderla, ambas hacían frente común para reírse de Minerva GOMA[3] cuando hacía reflexiones en voz alta, como aquélla que decía: “¡Cáncer! ¡Qué palabra!”. Por eso la apodaron Minerva Quepalabra.

·                    Minerva GOMA ausente el día de mi lectura de la tesina. Pero haciéndome llegar una rosa a través de Rocío Fanática, para felicitarme. Se había roto una pierna y por eso no pudo venir.

·                    Las leyes de Platón dejaron de ser para mí un tostón que sólo con el título ya aburría. Si Minerva GOMA las había elegido y profundizaba en ellas, resultaba evidente que tenían algo que se me escapaba…

·                    Otros infinitos matices de una juventud desperdigada, que se han perdido en el espacio, pero cuyo peso sin duda forma el sedimento de los cimientos sobre los que me erijo actualmente.

El aprendizaje que me aportó Minerva GOMA resultó ser tan estoico como imprescindible. La belleza en estado puro al alcance de mi mano, pero inaccesible. Sin duda una lección tan difícil como la vida misma, que hace desfilar ante nosotros incalculables riquezas al mismo tiempo que nos las niega.

No podría decir que me arrepiento de ese doloroso aprendizaje de renuncia, porque fue una propedéutica inmensa de lo que es la vida en su esencia. Aprender a disfrutar de lo que nunca tendremos resulta enrevesado y difícil, ciertamente… pero nos otorga una riqueza inmensa: permite olvidar la posesión, acceder a otras dimensiones y experiencias mucho más allá de toda materia.




[1] Como él temía pero jamás llegó a ocurrir.

[2] O quizá precisamente por eso.

[3] Con ese afán de venganza siempre insatisfecha que otorga ser ignorante.

 

 

Sonido

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