Yoel

Kagan

´84

´85

699 MP

 

Decir Yoel en Kagan es como no decir nada. Un apellido-comodín. Por eso lo utilizo ahora, sin que tenga nada que ver con el nombre real del protagonista de estas líneas. Más bien es una metáfora arquetípica.

Yoel era un chaval tan amigable como simple. De esas personas que inspiran lástima por el daño que alguna vez, con toda seguridad, llegarán a hacerles otros. Formaba parte del grupo de amigos de Rai ÁGIL, mi pandilla saharaui del ’84. Una época de cañas y vida social sencilla y agradable, fácil. Yoel era parte de la comparsa en aquel mundo húmedo y complaciente que significaba el otoño en Kagan.

Casi autocompasivo, Yoel era conformista: como si la vida no pudiera ser de otra manera y se fuera agotando blandamente hasta arroparle a uno con las esquelas.

Compartimos muchas tardes de cerveza y futbolines, partidas de cartas y fríos paseos por el parque. Yoel también era afable, resultaba realmente difícil discutir con él durante aquellas veladas en las que uno iba viendo pasar suavemente la tarde, entre sonrisas femeninas que siempre eran escasas por la cantidad… e insuficientes porque uno necesitaba algo más.

En fin: las tardes adolescentes como siempre, marchitándose entre miradas cómplices y esperanzas de un mañana que nunca llegaba a asomar el hocico por la puerta.

Yoel tenía nombre de la gloria saharaui de otra época. Invitaba a la esperanza por eso. Como si la felicidad fuese algo simplemente cíclico, que no requiriera de nuestro esfuerzo… invitando a la desesperación por eso.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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