Asunción

Kagan

Kagan ´83

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Fui un experimento entre las manos inexpertas de Asunción Kagan: buscaban un conejillo de indias con el que ir practicando su futuro sentimental. Era el año ’83 y resultaba que a pesar de mis 18 años yo era un neófito en esas lides de morreos y calentones.

El ambiente era propicio: la boda de mi prima. Allí tuvimos nuestra buena cena en multitud, entre chácharas y ocurrencias que a Asunción Kagan le sirvieron para ponerme en su punto de mira. Ya de noche, en la preceptiva discoteca, me sedujo sin mayor dificultad… mi espíritu aventurero pedía a gritos ser seducido. Fue la justa combinación de elementos que me permitió traspasar la frontera de aquel fascinante país.

Charlamos entre infinitos morreos. Cuando le dije a Asunción Kagan que era mi primera vez de una sesión de arrumacos, no me creyó. Quizá yo tuviera pinta de ser un experto que se estaba haciendo el interesante, no sé.

Lo cierto es que aquello fue mi bautismo de fuego, mi entrada en el mundo de la seducción. Fascinado por aquella experiencia, volví un par de veces más a Kagan con intenciones de repetirla, pero Asunción Kagan estaba en otra esfera… más coleccionista, entomóloga. Aprendí infinitas cosas, pero no la distancia, la frialdad. Quise volver a ver a Asunción Kagan con excusas-experimentos de mi radio independiente y pirata, con la que la convocaba a través de las ondas mediante una canción que decía: “Tengo miedo/de no poder localizarte en Hong Kong”, decía la canción, mi temor, el mensaje de las ondas.

Llamada de náufrago que se perdió en el océano de mi Kagan, pero fueron intentos infructuosos… jamás volví a verla.

Mis hermanos, aquella noche, robaron alcohol hasta embriagarse en el parque. ¿Quién de nosotros ganó más durante aquella experiencia?


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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