Bego

 

Violinista

Samarcanda

´91

´92

195

             

 

Bego Violinista era una chica encantadora[1], amiga de Caco y Tania Ref. Caco. Sus 18 años resultaban más musicales incluso que su instrumento. Me habría gustado pretenderla, pero nunca supe cómo hacerlo… así que no pasó de la mera intención de un depravado.

Alguna vez visité su casa: era un lugar tan triste como luminoso. Impregnado sin duda del suicidio de su padre, incomprensible en un ambiente que respiraba amor y música por los cuatro costados. Pocas cosas que marquen tanto la existencia como haber tenido un padre suicida. Alguien para quien no fuiste suficiente motivo que le llevara a continuar adelante, a enfrentar la vida.

La tristeza de Bego Violinista nacía de esa incomprensión, atravesada de una fuerza vital: pedía a gritos una continuidad que ella estaba dispuesta a proyectar a la primera oportunidad. Bego Violinista quería formar una familia y lo declaraba con un afán tan positivo que infundía pánico. Al menos a mí me lo provocaba.

Una noche paseábamos en pandilla, charlando por los alrededores de su casa. Era un chalet rodeado de campo y entre aquellos andurriales negros se vislumbraba una especie de charca. Durante un instante me tentó la idea de tirarme al agua, sin saber muy bien por qué. Zambullirme entre las tinieblas. Quizá por acabar con todo, quizá por llamar la atención, quizá para definir una situación que me parecía exasperante. Sin embargo no lo hice. No por miedo a la muerte, sino por respeto a la memoria de su padre. Para no hacer aún más tenebrosa la adolescencia de Bego Violinista.

Aquel paseo terminó sin más que reseñar. Nos recogimos y despedimos. Quizá aquel día llegó a manos de Bego Violinista un ejemplar de uno de mis libros de cuentos, no lo recuerdo bien, era allá por el ’92.

Caco y Tania Ref. Caco me informaron poco tiempo después de que se había casado y al poco tiempo tuvo un hijo. Con él aparecieron en su vida los fantasmas sobre secuestros infantiles, la desaparición y el tráfico de órganos, el mercado negro de los inocentes cuerpecitos. Según parece, aquello era más que una sospecha. Una obsesión que la perseguía, como si la vida pudiera robarle a su hijo tras haberle robado a su padre.

No volví a saber de Bego Violinista, puede que aquella noche aciaga fuera ella quien cayó en una ciénaga de otra realidad más cruel. Aún peor que un pozo físico, anegada por las aguas oscuras que habitan el alma.



[1] De reptiles como yo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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