CAMAFEO

 

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Si algo podía resumir presencia, metodología, apariencia, maneras y trasfondo de CAMAFEO, era una palabra: impecable. En sus exposiciones teóricas era sistemático y exigente consigo mismo. Se le notaba tanto esfuerzo como autoexigencia. Una de esas personas que transmiten afán de superación, a las que les gusta hacer las cosas bien y si no lo consiguen: se superan.

CAMAFEO fue mi referente por la Historia de la Filosofía y la Filosofía de la Historia. De su mano fui recorriendo la gran batalla y aventura que constituye el saber a partir de Platón. Era un guía por ese territorio como puede serlo quien acompaña al público en un museo. Nos enseñaba: mientras, íbamos descubriendo que era mucho mejor saber aquello que nos mostraba CAMAFEO que haberlo mantenido en la ignorancia.

En este sentido, el pedagógico, era impecable. Nos acercaba a infinitos pensadores e infinitas corrientes filosóficas con los que podíamos estar de acuerdo o no, pero nos facilitaba las herramientas suficientes para valorarlos como afines o deleznables. En general seguía un método envidiable, digno de admiración: CAMAFEO explicaba “desde dentro”, es decir, apropiándose de aquello que pretendía transmitir, como si fuera su propio pensamiento.

Así conseguía hacerme conectar con las visiones del mundo que después, dependiendo de cada personal afinidad: algunos abandonaban y otros abrazaban. Si es cierto (como suele decirse) que el peor mentiroso es quien cree sus propias mentiras, porque las hace pasar por verdades… también lo es que el mejor docente es el que cree sus propias explicaciones y se identifica con las ideas que transmite. Es la mejor forma de interiorizar y por tanto aprender las cosas desde su propia esencia.

CAMAFEO lo hacía de forma natural, sin complejos ni distancia: con comprensión. La condición de imitable y risible que tenía… estoy totalmente seguro de que la adoptaba voluntaria y deliberadamente: por el lugar que ocupaba, como también por su físico, sus maneras o su forma de vestir. Pero no creo que en esencia esto le importase a CAMAFEO, como tampoco nos importaba a nosotros ejercer un papel tan ingrato como el de los jóvenes que éramos: casi obligados a sacar punta y reírnos de todo ¡qué papel tan fatigoso y simple!

Si lo que importa[1] no es que seamos enanos, sino que estamos a hombros de gigantes… esto nos otorga una estatura que va más allá de la puramente material.

Puede que CAMAFEO fuera una plasmación física del “hombre sin atributos”[2]. Pero gracias a él crecimos casi sin enterarnos… no sólo porque nos puso en bandeja la filosofía para que la devorásemos como si fuera un canapé: también nos regaló el cielo de las ideas.



[1] Como decía CAMAFEO parafraseando a Vico.

[2] Así le bautizaron en su día nuestros antecesores en las aulas.

 

 

Sonido

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