Emilia

MIEDO

 

Denow

´87

´94

322

             

 

El mundo contemplaba casi sorprendido la sonrisa clara de Emilia MIEDO, que cuando llegaba a la conversación conseguía eclipsar cualquier nubarrón de mal rollo. Una risa típica que resume el espíritu de Namangan: despreocupada, límpida, cercana, vital. Hay risas que son casi declaración de principios, no nos engañemos: la de Emilia MIEDO era una de ellas.

El fenotipo de la mujer de Denow tiene mucho que ver con la venus de Willendorf. Si digo esto se me tomará en serio, sin los prejuicios contra mi afirmación en su versión popular: el culo de las chicas de Denow es inconfundible, podría averiguarse su sitio de nacimiento sin mirar el deneí.

Una tarde de otoño, a principios de curso, gris maracandés en mi memoria, llegó Emilia MIEDO, amiga de Clotilde PACA. Recién aterrizada en Samarcanda desde su Denow natal, aquel septiembre del ’87 empezaba Primero de Filosofía. Su llegada a Samarcanda suponía el inicio del relevo generacional en la Facultad de Filosofía: nuestros continuadores.

Estábamos todos en casa de Araceli BÍGARO cuando aparecieron ellas aquella tarde. Quedé fascinado por la presencia de Emilia MIEDO, ante mis ojos aparecía como un personaje de Fellini. Me cautivó digamos “científicamente” su culo[1], por tanto puse a funcionar mi máquina seductora… con su correspondiente palabrería y gestualización. Así fue como llegó la risa, ésa que une a las almas desconocidas. El buen momento se acabó cuando Emilia MIEDO, cansada de un interminable viaje de casi 9 horas[2], pidió un sitio para echarse la siesta un rato.

Le ofrecieron una cama y le pedí permiso para acompañarla, que también estaba cansado. Accedió a condición de que me lavara los pies previamente. Así lo hice. Fue una siesta con ropa, vestidos, no se piense mal… Sólo para descansar, como así fue. Septiembre del ’87, la vida por delante, el mundo a nuestro alcance y nuestro antojo.

Quizá fuera el motivo de que aquel día empezara entre nosotros una amistad totalmente filosófica, ausente de condición carnal alguna… Amistad que duró varios años y fue enriquecedora. Después de ese día compartimos apuntes y conocimientos académicos, pero jamás nada erótico. Nos caíamos bien, es cierto, pero sin intenciones de ningún tipo. Charlas, cervezas, eso sí. Y múltiples ocurrencias.

Un día, hablando con ella, se me hizo clara una idea: el paralelismo entre el mito de Teseo y un individuo cualquiera en el mundo de la filosofía. Aunque sólo fuera por eso y la camaradería, ya merecía la pena haberla conocido. De aquella conversación-embrión nació un texto. Su éxito entre la gente de mi clase resumía cabalmente una idea. Compartida por todos y que a mí, por algún azar oscuramente relacionado con las sinapsis en condiciones extremas, me tocó plasmar por escrito. Una manera de resumir la esencia de la filosofía, en un contexto de época y talante cuyas coordenadas espacio-temporales eran aquéllas[3].

Tan sencillo y claro como la risa de Emilia MIEDO, llenando todos los rincones del teatro que era la vida ya entonces. Incluso haciendo cosquillas a las letras entre los recovecos de las líneas… de cualquier literatura.



[1] Tan similar al de su amiga Clotilde PACA.

[2] Procedente de aquel rincón del espíritu que se llama Namangan.

[3] Nueva versión del mito de Teseo desde un punto de vista estrictamente filosófico.

 

 

Sonido

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