Indiko

 

Ref. Salomé

Qûnghirot

´97

´98

170

               

 

La fauna que circula por los mercados medievales como mercaderes resulta innúmera, pero fácilmente identificable. Entre los prototipos que acuden a dichos mercados ofertando productos destaca uno por paradójico. Es el de la persona normal que intenta ver en el circuito medieval una salida posible para sus productos artesanos.

Era el caso de Indiko, un ceramista de Qûnghirot. Concurría a estos mercados con su furgoneta roja cargada hasta los topes de piezas elaboradas con sus propias manos. Tenía un pequeño taller en un pueblo, del que salía su producción. Eran piezas lo suficientemente originales y bonitas, tenían salida.

Pero téngase en cuenta que en los mercados medievales sólo tienen garantizado el éxito dos tipos de productos. Son los que se comen y los que sirven para ponerse guapo. Digamos que la decoración, por muy buena que sea, a ojos de los visitantes pertenece a una tercera categoría, de lo digamos “prescindible”.

El público de los mercados medievales suele tener el perfil de dominguero buscando gangas[1]. Cuando fracasa en su búsqueda, suele consolarse con la gastronomía. También con su variante, la bisutería.

Lamentablemente es así. Se trata de gentecillas carentes de educación, incapaces de apreciar lo que deberían ser realmente los mercados medievales. Un viaje en el tiempo para revivir una época que la Historia nos ha vedado.

Pues en eso estaba Indiko, con su disfraz aproximadamente medieval. La parada exhibiendo el fruto de sus sudores y desvelos… y ante todo, una sonrisa. Indiko era un tipo risueño y simpático, daba gusto compartir su compañía durante los recesos de las torturas interminables que eran los mercados medievales.

Un descanso cualquiera servía para comer. También para sentarse dignamente[2] y hacer amistad con espíritus afines. Por supuesto, las comidas eran organizadas casi siempre por el ayuntamiento o la organización de comerciantes correspondiente. A cuenta de quien fuera el conjunto del evento.

En resumen, el ágape no era para tirar cohetes. Más bien una cuestión de mera supervivencia, salvo contadas excepciones. Con Indiko compartí buenos ratos de risas y camaradería. Como aproximadamente teníamos en común una visión por así llamarla “antipolítica”, nos dedicábamos a cuestiones más artísticas o humanas.

Por eso en su momento llegamos a hacer intercambio de visitas. Él se acercó a Samarcanda con su furgoneta para conocer La Tapadera. En otra ocasión yo estuve en el taller de cerámica y pude imaginarme su día a día.

Como era habitual en estos casos, la impresión resultaba clarificadora. Para él sin duda era una maldición salir al circuito comercial. Donde realmente era feliz estando en su salsa, era allí. Pero paradójicamente… si no hubiera salido de allí jamás habríamos llegado a conocernos.




[1] Resulta un error bastante común entre esta ralea, pues confunden el Medievo con el Rastro.

[2] Algo que por lo general resultaba difícil siendo mercader.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta