José Luis

Moreno-Ruiz

 

Tashkent

´86

´88

393

             

 

Eres una bestia; ya lo sabes, no necesitas que yo –ni nadie– te lo diga. Habitas por voluntad propia ese terreno pantanoso vedado a los niños bonitos de las editoriales (sus grandes fichajes, sus mezquinas y vanas promesas)... por fortuna para tu espíritu, lejos de los best-sellers.

Sería aproximadamente el ’86 cuando quisieron la casualidad, el azar, la suerte, el Destino, la predestinación y la Fortuna… que José Luis Moreno-Ruiz llegara hasta mis oídos por primera vez. Con la emoción del descubrimiento compartido, alguien me habló del programa Rosa de sanatorio[1]. Creo recordar que a diario cada noche en Radio 3 ponía en bandeja el arte como un canapé intelectual desnudo. Sin débitos ni caprichos de voluntades mezquinas eclipsando su esencia.

Allí estaba el arte en estado puro, desde un origen tan directo como la radio. Hablándote por los oídos pero llegándote directamente al corazón. Un río fluyendo por todo tu cuerpo hasta desembocar en el cerebro, ese gran océano.

Cronista apócrifo, heterodoxo impenitente, representante indiscutible de la "segunda verdad" de Camus: éste es José Luis Moreno-Ruiz. Por lo general el mundillo del periodismo ha hecho de todos los medios de comunicación una mera herramienta de intereses adocenados. Para perpetuar el engranaje al servicio de lobbies, corporaciones, compañías más o menos transnacionales, partidos políticos y demás organizaciones interesadas en el ruido… Porque los mass-media sólo son ruido. Pero en aquella época de Transición aún existían fisuras por las que escapaba la libertad sin débitos. Eso es el arte, ni más ni menos. Imprevisible y por lo mismo: incontrolable por toda la chusma antes enumerada.

Sin ir más lejos… los políticos se mueven en él como pez fuera del agua. Acostumbrados como están a reducirlo todo al engranaje del poder con sus tentáculos económicos[2]. Cuando los políticos se acercan al arte es para eso. Traducirlo a cuotas de poder, del tipo que sea… y ya se sabe: traduttore = traditore.

Lo hacen de puntillas, declarándose artísticamente analfabetos. Lo delata su lenguaje no verbal… Actúan como si estuvieran tratando con extraterrestres, gentes que no pueden ser convencidas por hablar diferente idioma. Por eso se limitan a conquistarles con prebendas, hasta llegar al territorio universalmente comprensible de la compra-venta[3].

Casi todos los artistas caen en esa tentación de elevar su nivel económico de supervivencia. Pasan así (por el aro) a formar parte de quienes traspasan la frontera y acaban en el mundo que suele llamarse “real”. Es el que reduce todo a relaciones de poder (y por tanto, de dinero).

Pero queda una mínima parte que vive en el otro planeta, donde dinero y poder tienen la misma validez que posee la ley de la gravedad en la luna. No es que se resistan a traducir el tesoro que llevan dentro a esos valores. Es que están convencidos de que la estética no puede mesurarse con royalties[4].

Allá quienes quieran, deseen o anhelen hacerlo así[5]. Pero muy a pesar de los ideólogos del nuevo orden económico y dialéctico-ideológico, también existe un grupo de gentes vinculadas a otro arte. El que no vende su autenticidad por un plato de lentejas. José Luis Moreno-Ruiz pertenece a este grupo ¿selecto o maldito? que no entra en la maquinaria y por tanto no es manipulado por ella. No es triturado para elaborar albóndigas o hamburguesas culturales[6].

Por supuesto, José Luis Moreno-Ruiz posee mil formas de supervivencia. Es infinitamente camaleónico. De entre ellas se niega a transigir con las que sólo serían mejora material. Humillación al mismo tiempo… porque en esencia no significarían sobrevivir, sino agonizar. De ahí que abomine de ellas. Son una trampa.

José Luis Moreno-Ruiz forma parte de ese extraño e inclasificable colectivo que prefiere vivir en su mundo antes que traducirlo a un idioma engañoso. Quienes quieran, que entren. Así de sencillo, selección natural.

Y tiene una extraña manera de poner la cultura al alcance de quienes se acercan a su órbita, a su ámbito de influencia. Escucharle resulta simultáneamente invitación y examen de conciencia. Lo primero, invitación: porque deviene un descubrimiento tentador al que uno difícilmente puede sustraerse[7]. Lo segundo, examen de conciencia: porque de inmediato uno se apercibe de todo lo que ignora. Insinuado por el universo que José Luis Moreno-Ruiz abre como un abanico ante los ojos perplejos.

En una palabra, despierta la conciencia (ya sé que son tres). Lleva aparejadas las ansias de saber más… al conocimiento de las propias limitaciones. No es deprimente, sino azuzante. Sapere aude que decían los clásicos… pero en versión contemporánea.

Por fortuna José Luis Moreno-Ruiz y yo tenemos nuestras diferencias ideológicas. Esto me permite, me ha permitido conservar intacta mi identidad… sin caer en la facilidad del servilismo que significa la esclavitud mental[8]. Con ser un maestro, José Luis Moreno-Ruiz no es dominante[9]. Tampoco creo que lo pretenda: desde el punto de vista intelectual, semejante característica resulta ser una fisura que exprime al otro. Lo agota como filón que retroalimente las propias posibilidades.

Con la desaparición de Radio 3[10], José Luis Moreno-Ruiz tuvo que mudarse a otro barrio. Es el de los freelance, con todas las miserias humanas que esto conlleva. Su edad le ha permitido como a nadie, al estilo de los replicantes de Blade Runner, contemplar y ser cronista de muchas cosas que forman “lo que fuera mejor nunca haber visto”, en palabras de Meliano Peraile. Pero lejos de amedrentarse, le han servido para incrementar su bagaje, siempre ávido de materiales dignos de ser pasados por el particular y afortunadamente inimitable tamiz de su visión.

En contra de lo que a muchos les gustaría y muchos otros se han empeñado en impedir, José Luis Moreno-Ruiz ha sobrevivido en todos los sentidos. A día de hoy puede rastreársele en el mundo infinito de los blogs[11]. En su caso resultan una trinchera. Desde ella este francotirador incansable y extraterrestre abate con justicia.

Su diana son miles de personajillos. Ésos que siguen circulando por el mundo como peleles. Sin saber ellos mismos que ya llevan mucho tiempo estéticamente muertos, que son zombis del arte… Llenan páginas de vacío, mientras esencias alquímicas circulan por otras dimensiones.

No deja de ser un pasatiempo de lo más entretenido el deporte del tiro al blanco con imbéciles[12]. Nunca faltan candidatos.




[1] Probablemente fue Nito, un fanático incondicional del mismo.

[2] Dándole la razón a un Foucault que habría sido feliz en caso de haberse equivocado.

[3] Actualización del primitivo trueque.

[4] En el caso de José Luis Moreno-Ruiz, viene pintiparada la Milonga del tartamudo de Anselmo Zitarrosa: “Milonga del tartamudo/que siempre dijo que no,/sigo pobre y no me vendo, ¡la puta que los parió!”

[5] Para éstos el arte sólo es una cuestión de marketing… por ejemplo, el arte contemporáneo o cualquier otra prostitución equivalente.

[6] Por todo eso, José Luis Moreno-Ruiz es el único personaje de todas las Malas memorias que aparece en estas líneas sin que yo haya llegado a conocerle en persona (salvo audiovisualmente y por escrito). Su principal mérito es constituir un ejemplo, una excepción ética en el mundo que nos rodea cada día… Aunque no nos devore, que ya querría.

Sé que aquí dentro hay otros que comparten con él la condición de heterodoxos y alternativos, pero todos han estado alguna vez en mi campo visual directo y auditivo, como mínimo.

[7] El mundo real que late bajo la equívoca piel de la cotidianidad.

[8] Algo ciertamente difícil, porque al estilo de Diógenes, José Luis Moreno-Ruiz no quiere discípulos.

[9] En lenguaje BDSM.

[10] Lo de haber conservado el mismo nombre no ha engañado a nadie.

[11] Tan a menudo cáscaras vacías.

[12] Metafóricamente hablando, claro…

 

 

Sonido

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