Hay personas que se parapetan en el silencio para intentar aparentar riqueza interior. Julián GLOW era uno de ellos. Su estudiado gesto reflexivo sólo era un disfraz, una trinchera cuyo doble fondo era el de la simpleza.

Quizá por eso había elegido el resbaladizo terreno del arte para desarrollar su personalidad. Al tratarse de un mundo siempre relativo, le otorgaba multitud de lugares en los que esconderse de una realidad que le quedaba un poco grande.

Pintaba medio bien, al estilo de Francis Bacon[1] y jugando con la obra difuminada… ¡Quién sabe, quizás sí que supiera pintar! Es el misterio del arte contemporáneo.

Explotaba el pedigree que le otorgaba tener un apellido inglés ¡como si esto fuera mérito suyo! Añadido al hecho de ser de Jizzakh, ese dato le colocaba en un lugar de difícil clasificación. Él lo cultivaba, regándolo con el equívoco de la heterodoxia contestataria. Esto último significaba “ir de la mano” de Genaro MOCO. Resultaba tema de inspiración para aquella pareja artística. También pretendían roturar el terreno del saber, que era el propio de Genaro MOCO.

Así, aquel tándem pretendidamente superior al resto de los mortales, arrasaba durante cualquier acontecimiento que tuviese que ver con las Artes o las Letras, con la especulación o el saber.

Julián GLOW era, sin más, un snob con pretensiones trascendentes… En esto era parecido a Genaro MOCO. Pero además Julián GLOW contaba con la dudosa habilidad de mirar por encima del hombro. Con una soberbia suficiencia que habría resultado perdonable en un genio.

No era autoconfianza, sino la rabia propia de quien se sabe un donnadie. El tiempo habrá sido[2] el espejo en el que Julián GLOW habrá ido (poco a poco) descubriendo que su deformidad tiene poco de picassiana. No se trata de alteración de perspectivas o interpretaciones temporales. Sólo es una carencia.