Aunque nunca la vi en la Facultad, era de conocimiento público que Laura Malafolla estudiaba Derecho. Ojitos claros y resultones, morritos algo insinuantes y una cara de vinagre que resultaba imposible obviar.

A Laura Malafolla la precedía su fama: mandaba a la mierda o con cajas destempladas a todo el que se le acercara. Más aún si adivinaba alguna intención erótica en el interlocutor.

Laura Malafolla salía a emborracharse, fumar porros y escuchar música. De lo demás no se sabía si es que no lo practicaba o simplemente era una vida secreta, alternativa. Su proverbial mala leche era harto conocida. Aunque Laura Malafolla formaba parte de la decoración de la noche maracandesa, parecía más bien como si fuera un favor despectivo que nos hiciera. Acompañar las noches con su avinagrada presencia.

Normalmente estaba en el Así mismo. Aunque su cuerpo era agradable a la vista, Laura Malafolla se empeñaba en vestirse con estética antierótica. En fin, era algo así como un terreno vedado. Esto la convertía en una especie de agujero negro para quienes, como yo, tendían a interesarse por cuanto fuera misterioso y prohibitivo. Quizá hablé con ella un par de veces, sin más cosecha que malas contestaciones. Así la tengo archivada en la memoria.