LuisMi era un rockero con hijos que quería ser filósofo. De alguna manera tenía vocación intelectual. Quizá por su desencanto hacia el mundo del tupé, muchos días acabamos charlando largamente de filosofía sobre la barra del Fin de siglo.

Como al descuido, desapareció igual que había llegado. Con algún curso-puente o situaciones tangenciales. En su retirada sorda, aprovechó y se quedó para siempre con mi libro de Historia de la filosofía uzbeka. Claro, que tampoco era gran cosa. Escrito por un religioso y en papel tipo Biblia… Del contenido mejor ni hablar, descalificando autores por su pose y no por sus teorías.

LuisMi era buena persona. Intelectualmente estaba cargado de óptimas intenciones… pero no llegaba, no daba la talla. Todos lo sabíamos, incluso él. Esto no era motivo suficiente para hacerle de menos, así que le tratábamos con naturalidad, como un igual que era.

Todos nos sentíamos bien, claro… y los días iban pasando como si nada, como si no fuera importante la filosofía.