Margarita

ARROZ

 

Sherobod

´87

´90

511

             

 

Margarita ARROZ era blandita y amable como un peluche, abrazable. Algunos días aciagos… para mí significaba una especie de refugio. Margarita ARROZ era una sonrisa con ojos azules y cara redonda, cabeza vacía y cuerpo lleno, sin nada que contar pero con ganas de hacerlo. Margarita ARROZ tenía una capacidad admirable: transmitía la sensación de que siempre puede encontrarse un rincón habitable aunque el mundo sea hostil.

Lejos de los ambientes irrespirables, de las concepciones del mundo excesivamente enrevesadas… estaba Margarita ARROZ como ejemplo y experiencia de persona sin doble fondo. Sencilla y pacificadora. El descanso era por ejemplo que sus besos no tenían trascendencia psicológica. Tomar cervezas o escuchar música con Margarita ARROZ no llevaba aparejada una carga mental o vital.

Aparecía por las noches maracandesas de forma intermitente y algunas veces acabábamos enlazados en conversaciones enredadas en los tropezones del alcohol, con algún beso furtivo y toqueteos enmascarados.

Junto a Margarita ARROZ desaparecía el mundo del pensamiento, la filosofía. Ella tenía ese don. A veces lo hacía todo tan simple como desesperante, pero en otras ocasiones era un remanso de paz, mi descanso como guerrero. Por eso nuestra relación era extraña. Yo sólo sentía necesitarla o me apetecía su compañía cuando estaba cansado de mí mismo. O cuando yo deseaba explorar su cuerpo femenino, cansado ya del mío, tan conocido… como ocurrió en alguna ocasión.

En mi eterna búsqueda del eterno femenino entre las piernas de las chicas, una noche Margarita ARROZ se quedó a dormir[1]. Busqué su rosado sexo entre los requesones de su virginidad. Allí se negó a masturbaciones líquidas entre mis manos, sin que a mí me molestara ni desencantara… lo que ocurre siempre es normal, por eso ocurre.

Ni siquiera cambié los días posteriores mi actitud hacia Margarita ARROZ. Continuábamos jugando a las mismas esquivas atracciones… Pero no volví a buscar sus pozos de feminidad: soy un caballero.

Con Margarita ARROZ sólo tuve escarceos, pero entre nosotros había una mutua atracción que por eso superaba la materia. A fuerza de ser mi opuesta, algunas noches resultaba mi complementaria. Aunque yo al día siguiente renegara. Algo semejante a lo que me ocurría con el Derecho[2].




[1] En mi casa… que era la de mis padres. En la cama de Valentín Hermano.

[2] Que precisamente era lo que estudiaba Margarita ARROZ.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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