Miriam

VACÍO

 

Jizzakh

´85

´95

503

             

 

El asunto había empezado como un pasatiempo, un divertimento, una ocurrencia. Le propuse a su hermana Celia VACÍO que Miriam VACÍO y yo nos casáramos, porque estábamos en una situación idónea para ello. La distancia[1] y la imaginación hicieron el resto… además de un entorno personal repleto de vacío existencial por ambas partes, independientes y coincidentes.

Poco a poco nos fuimos convirtiendo así en recíproco consuelo. Parapetado sobre todo en llamadas telefónicas y ejercicios epistolares. Pero cuando nos encontrábamos en el mundo material, todo se desinflaba. Por así decirlo, era una relación de cartón-piedra, sin anclaje en el mundo de la materia. Virtual, que se diría ahora.

Probablemente por mi inexperiencia y mi incapacidad para gestionar el asunto más allá. Sólo hubo un par de paseos por la estación de autobuses de Jizzakh y una excursión por un parque en Samarcanda. Simplemente nos dimos un par de besos que me dejaron la impresión de que sus labios parecían de papel[2]… labios de misiva.

Todo había empezado como una promesa cumplida por mi parte: enviarle por correo un conejo de peluche. Para que le hiciese compañía durante las frías noches de Jizzakh, con una nota que decía: “Sponsum debitum est” (lo prometido es deuda)… Continuó con la cómoda distancia, aunque con algún destello tanguero por su parte[3]… y acabó como un paulatino distanciamiento… el que convirtió en un espejismo todos aquellos sueños. Dio al traste con cualquier solución de continuidad.

Como dijo Miriam VACÍO en aquellos días: lo cierto y lo determinante fue que en nuestra relación, en nuestra comunicación… no había crecido la pasión.




[1] Miriam VACÍO vivía en Jizzakh.

[2] Como en la canción de Luis Eduardo Aute titulada Las cuatro y diez.

[3] Llegó a sentirse identificada con la Balada para un loco.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
Todavía no tienes una cuenta? Regístrate ahora!

Entra a tu cuenta