La risa nerviosa de quien sabe que la vida va en serio, que el placer sólo es una tregua en la batalla constante de cada día. Así se me aparece Navarrico: aquel chaval calvo desde bien joven, estudiante de Derecho. Una de esas personas capaces de disfrutar la diversión, de sacarle el jugo que lleva dentro y aprovechar también toda la pulpa.

Para Navarrico la vida era una putada soberana. Estudiar, morirse, trabajar, quedarse calvo, que te den calabazas… sólo eran pequeños ejemplos. De ahí su capacidad para reírse de todo, casi como efecto rebote por sentirse despreciado por la vida. Como lo estamos todos… cada uno a su manera. Sólo que algunos lo vemos de otra forma. Puede que Navarrico se divirtiera únicamente por venganza hacia el funcionamiento del mundo entero, pero si así era… resultaba indiferente.

Lo que queda tras todos aquellos años deambulando por las calles de Samarcanda, entre cañas y chistes, entre amigos y chicas[1], para Navarrico seguro que es un regusto a juventud escasa… aunque en realidad no lo fuera.

Encontrarse con Navarrico a cualquier hora, en cualquier sitio, en cualesquiera condiciones: era garantía de pasar un buen rato. Éste es el balance positivo de aquellos años ahora extraños. En su día nos parecieron normales y sin embargo fueron extraordinarios.