Ofelia

 

Heladera

Samarcanda

´94

´97

552

             

 

De trato agradable y fácil, Ofelia Heladera era una chica resultona a quien la Naturaleza había tratado injustamente. En ese hipotético momento del que siempre se habla, el reparto de cerebros… a Ofelia Heladera le había tocado en suerte una quincalla. Su contenido resultaba cercano al vacío, aunque conservara intactas las sinapsis y todo el mecanismo necesario para que hubiera funcionado.

En otras palabras, el hardware estaba en perfectas condiciones, pero por algún motivo ambiental, educacional o de experiencias deficientes[1]… la mente de Ofelia Heladera se encontraba bajo mínimos. Quizás lo que originaba aquel comportamiento fuera una combinación de todos los factores antedichos. Lejos de ser una disfunción, resultaba coherente con todo el constructo teórico que le permitía sobrevivir. En otras palabras, Ofelia Heladera era así.

No se percataba de lo que esto limitaba su existencia a una superficialidad constante que no por elegida resultaba menos dramática. Incluso podría decirse que Ofelia Heladera era feliz. Esto nos acerca al perfil de aquellas personas que no desean mejorar porque creen encontrarse en el lugar físico y metafísico que elegirían si fueran libres. No deja de ser una manera de autodefensa o de supervivencia[2], pero conlleva el lastre del inmovilismo. Dicho de otra forma, resulta legítimo pero contraproducente, porque les impide mejorar.

Ofelia Heladera consideraba que la diferencia era lo que hacía el mundo entretenido, por tanto su propio carácter contribuía a ello. Deambulaba por la superficie del planeta con la alegría que otorga la inconsciencia. Como pueden pasear los niños cuando aún creen que todo son parques infantiles, reductos concebidos sólo para su diversión.

No sé cómo llegó a cruzarse en el horizonte de Valentín Hermano ni cómo acabó en su punto de mira de cazador irredento. Pero salvo esas menudencias circunstanciales… conocí a Ofelia Heladera ya como su pareja[3]. A Valentín Hermano jamás llegué a censurarle nada[4]. No soy el más adecuado para dar consejos. Cada cual debe seguir su naturaleza, porque sólo así aprenderá de los errores… al ser de su propia autoría.

Yo hablaba con Ofelia Heladera respetando su diferencia esencial. Conociendo conscientemente que pertenecía a otro mundo que sólo por casualidad había coincidido con el mío. Para mí su trato resultaba un aprendizaje, porque me hacía pisar tierra firme (aunque fuera por oposición). Aunque Ofelia Heladera se pensaba única y diferente (y lo era), paradójicamente formaba parte del conjunto de aquel otro mundo que estaba tan lejos del mío… por lo tanto para mí quedaba igualada al resto de los mortales. O al menos, a la mayoría.

Ofelia Heladera era una experta elaborando helados artesanos que después servía durante la temporada en la barra que el Novedoso dedicaba a tal efecto… aparte de ésta, no conozco ninguna más de sus habilidades.

Valentín Hermano y Ofelia Heladera me hicieron una visita un fin de semana del ’96, cuando yo vivía en Djizaks. Por coincidencia también se apuntó a la convivencia Jaime Huevo Duro. Y aquello terminó como el Rosario de la aurora…

La experiencia fue límite hasta el punto de que al tal Jaime Huevo Duro no volví a verle jamás (ni ganas)… y con Ofelia Heladera sólo volví a tener el trato superficial de quien se come los helados de la cuñada.

Poco tiempo después su relación de pareja con Valentín Hermano terminó sin mayor trascendencia… y por lo mismo, Ofelia Heladera se diluyó en una masa de la que jamás debió haber salido. No por nada, sino porque imagino que para su mentalidad… los parámetros en los que otros nos movíamos debían de sonarle a chino.

La imagino infinitamente más feliz con sus carcajadas irónicas de flaca entusiasmada… lejos del influjo nefasto y vampírico de Valentín Hermano: aquel sol negro capaz de succionar cuantos astros encontraba a su paso… Aunque fueran pequeñas y débiles estrellitas luchando por una supervivencia tan precaria como escasa, cual era el caso de Ofelia Heladera.




[1] Al menos deficientemente integradas en el bagaje.

[2] Mas no de superación.

[3] Como una de las tantas muescas en la culata de su revólver.

[4] Ni abuso de menores ni ensañamiento… como tampoco reprocharle la pérdida de tiempo.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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