En ocasiones la Psicología es terapéutica, ciertamente. Pero no me refiero a la disciplina con la que los profesionales ejercen su trabajo sobre las personas que incautamente van a parar a sus manos. La Psicología terapéutica es primariamente aquélla que desde el ámbito académico consigue integrar en su seno elementos de la población que de otra manera seguramente serían delincuentes.

Estudiar la licenciatura de Psicología muchas veces es terapéutico. Era el caso de Susana Psicología, una chica aparentemente normal que conocí por amistades segundas o casualidades de otro tipo que no recuerdo con certeza.

Susana Psicología estaba obsesionada con el sexo (¿obsexionada?), sin pudor ni sonrojo. No sé si era algo puntual, absorbida por las hormonas y la asignatura Psicología de la sexualidad[1] o había aflorado gracias a ésta pero estaba latente ya desde siempre.

Susana Psicología había convertido la ciencia en parapeto. Ella era una “salida” con el disfraz de la desinhibición que le proporcionaba la Facultad. Daba igual lo que hicieras o dijeras… incluso lo que callaras. Susana Psicología lo convertía todo en un arma arrojadiza contra ti. Según sus parámetros: eras un reprimido, un ignorante sexual, un cobarde o cualquier otro concepto con carga negativa… Sólo porque no entrabas en su esquema de persona que se presta a la sexualidad sin cortapisas… con ella, claro.

Así era el mundo para Susana Psicología. Dividido en dos grupos: los manejables y los reprimidos. Sin duda, con el tiempo habrá sido una gran psicosexóloga, abierta como pocas.