Carmen Kagan
    Kagan   ´81  757
             

 

Si acaso la intuición puede ser sentimental o el sentimiento presentarse de manera intuitiva, Carmen Kagan fue para mí precisamente eso, porque en la atmósfera que me acompañaba a los dieciséis años había una necesidad: materializar un sentimiento que entonces empezaba a descubrir yo en aquella vida que me había tocado.

La intuición puede pintarse con dos retazos genéricos: encontraba a mi alrededor facetas sueltas que me subyugaban, en algunas chicas; pero siempre eran una mínima parte de cada una de ellas, lógicamente. Sin embargo lo que buscaba mi ansiedad era alguien que reuniese todas las facetas positivas en una sola persona… la mujer perfecta, por así decirlo con otras palabras.

Y Carmen Kagan resultó la personificación de aquella energía, la prosopopeya de mi búsqueda; quizá porque era vecina de barrio en Kagan, alguna vez la había visto de lejos y me resultó atractiva. Lo cierto es que el verano del ’81 me trajo aquel torrente de sentimientos unívocamente hacia una sola persona… algo extraño, teniendo en cuenta que no habíamos hablado más que un par de veces, escasamente.

Esto viene a corroborar que se trataba simplemente de una instrumentalización que de su cuerpo hizo mi mente. Mis amigos de la pandilla de Kagan iban por ahí diciendo que aquella relación de Carmen Kagan y yo era algo casi hecho; cuando no había más que fantasías por mi parte, en el barrio ya se decía que Carmen Kagan iba a salir con un tipo de Samarcanda: era yo, pero ambos estábamos desconectados del asunto, como también entre nosotros.

Rai ÁGIL era quien me mantenía al corriente de las novedades de la vida de aquella chiquilla quinceañera cuyo padre tenía una tienda un poco más abajo en la calle. En el mundo material Carmen Kagan no pasaba de ser para mí una musa teórica, pues daba pie a que mi imaginación se fuera desarrollando por sus propios derroteros: casi siempre escritos que no llegaban a salir de mis libretas, como poesías o prosas que venían a resumirse en la camiseta que yo lucía con frecuencia… aquélla que decía AC/DC y que yo declaraba con el significado de “Amar a C, Desear a C” entre mi pandilla.

Si existía para mí alguna remota posibilidad de llegar a prosperar en aquella relación, se vio defenestrada por la respuesta que nos dieron Carmen Kagan y su amiga Mina Ref. Carmen Kagan cuando Rai ÁGIL y yo les propusimos salir los cuatro, en pandilla de dos parejitas. “No podemos”, nos dijeron. Tengo que confesar que para mí fue casi un alivio, porque previamente, una noche… antes de ir a dormir en la casa que me vio nacer, donde vivía Anastasia ABUELA, Marilyn HERMANA, enterada de mis pretensiones con respecto a Carmen Kagan, confidencialmente me confesó: “Has ido a elegir a la puta más puta de todo el puterío”.

Como yo tenía 16, Marilyn HERMANA contaba con la edad de 12 años… obviamente sin conciencia ni criterio para poder llegar a esa conclusión, mucho menos utilizarla como consejo hacia alguien como yo, de más edad y una mentalidad opuesta a la suya.

Finalmente el asunto quedó ahí, en eso. Carmen Kagan no pasó de ser el origen de algunos escritos míos que ella jamás llegaría a ver… y de muchas fantasías, propias y compartidas: como el “pacto de la paja”, firmado de palabra entre los que éramos machos de la pandilla de Kagan. Mantener la fidelidad a Carmen Kagan por mi parte, pero más que a ella materialmente, a la idea que con su nombre habitaba mi cabeza.

 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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