Cecilia
GERMINA Samarcanda   ´98 ´99 753
             

¿Cuándo algo deja de ser una característica y comienza a ser percibido como maldición? La respuesta a algo aparentemente tan sencillo e intranscendente es subjetiva de raíz, porque depende de cómo perciba uno la sociedad o la soledad (que vienen siendo sinónimos) para dar una respuesta cabal.

El caso de Cecilia GERMINA era paradigmático, puesto que físicamente era del montón y desarrollando su tare preferida tampoco llamaba especialmente la atención. Estudiaba Bellas Artes y por eso cayó en La Tapadera; vino a utilizar aquel espacio para tener una libertad de la que en casa no podía disfrutar por motivos de supervivencia doméstica.

Dejaba caballetes, pinturas y todo cuanto forma parte del ajuar típico de alguien de su condición desperdigado por La Tapadera. En el colmo del camuflaje, Cecilia GERMINA era oriunda de Samarcanda, así que tampoco podía identificársela con su lugar de origen, algo tan común en los cuarteles del ejército como en las facultades universitarias. No es que Cecilia GERMINA fuera poquita cosa, qué va… pero era discreta, lo que entre la multitud de genios que pueblan la Facultad de Bellas Artes y pasaban por La tapadera, era interpretado erróneamente como formar parte de la mediocridad.

No hay que tener en cuenta ni tomar en consideración semejantes tonterías desde una perspectiva justa y objetiva, porque puede decirse sin temor a equivocarse que lo mediocre entre aquella patolea era ser un genio; hasta tal punto que tod@s aquell@s que creían despuntar entre el común de los mortales, han sido engullidos por el anonimato sin dificultad alguna. Y es que cuando la genialidad se convierte en superpoblación, el anonimato se pone las botas hasta el punto de la indigestión: para muestra o demostración de lo dicho, basta contemplar ARCO. Y con eso está todo dicho.

Lo de Cecilia GERMINA era otra historia; ella vivía aprendiendo y practicando, sin mayores estridencias. Hay algo que conocen perfectamente quienes a lo largo de la Historia han despuntado en cualquier faceta del mundo del arte: la futilidad de los destellos, cuando tras los mismos no hay un trabajo constante, tenaz (casi tozudo) y una disciplina; ésta puede ser más o menos académica, eso resulta indiferente. Pero sin perseverancia de algún tipo, lo demás son espejismos.

Y Cecilia GERMINA era constante: más o menos regular, pero tenaz. De ahí sus visitas regulares a La tapadera, donde coincidió con y conoció a Nito… el tiempo y la dedicación de ambos hizo el resto.

Con unos años añadidos a su atención respectiva y recíproca, el asunto terminó para ellos dos de la mejor manera posible. Se emparejaron y fueron monarcas de su princesita, diluyendo aquella juventud anterior como óleo en aguarrás: dando lugar a colores nuevos, que aunque caprichosamente pudieran coincidir en nombre o matices con episodios de su pasado, significaban una nueva dimensión para las Letras y los lienzos.


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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