Enrique CIEGOS   Namangan ´86 ´87 827
             

 

Si el arquetipo de descerebrado tuviese un correlato en el mundo físico, Enrique CIEGOS lo encarnaría a la perfección. Allá por el ’85 me le presentó su hermano Pablo CIEGOS, sin cuya mediación a buen seguro yo jamás habría llegado a conocer personalmente a semejante individuo… más que nada porque habitábamos universos diferentes, aunque nuestros cuerpos coincidieran en el mundo material que todos compartimos.

Enrique CIEGOS se dedicaba en cuerpo y alma al cuerpo: era un devoto y fanático del culturismo y el ejercicio físico. En otras palabras, había renunciado al alma… o no exactamente, porque se declaraba comprometido con el mundo de su alrededor, participando de las iniciativas destinadas a mejorarlo. De hecho, uno de los reproches que dirigía al grupo de intelectuales (léase con desprecio) al que pertenecíamos su hermano y yo era que éstos, a fuerza de ser críticos, no hacíamos nada para mejorar la realidad.

En cierto modo tenía razón, pues nos movíamos por lo etéreo: abandonando lo concreto y sumergiéndonos en un marasmo de abstracciones y conceptos. Olvidando por tanto (aunque involuntariamente) a todos los seres humanos que sufren de mil maneras. Navegábamos por lo abstracto mientras ahí estaban esas gentecillas que naufragaban en lo concreto: con una pequeña limosna económica entregada a cualquier causa noble, Enrique CIEGOS ya se elevaba por encima de nuestro espíritu.

Resultaba indiferente que el resto del tiempo le rindiera culto al cuerpo, con lo que esto tiene de colaboracionismo con el mundo material. Los reproches salían de su boca acompañados de unas salpicaduras despectivas que convertían las palabras en un escupitajo, más que en un discurso. En aquella misma época ¡casualidades de la vida! Enrique CIEGOS era el novio de Jacinta HUMOS… cuando lo supe me pareció algo anecdótico y carente de importancia… sin sospechar que casi 15 años después “acabaría yo toreando en aquella misma plaza”, como suele decirse eufemísticamente.

Cuando alguna vez lo comentamos Jacinta HUMOS y yo, allá por el ’98, ella se limitó a decir: “Aquella fue una historia muy bonita…” algo que me hizo sospechar dos cosas, cuya certeza queda lejos de toda duda: la primera, que Jacinta HUMOS y yo no teníamos futuro… y la segunda, que más allá de los gustos musicales y el sexo, ellos no tenían nada para compartir. Pues cada uno por separado no tenían más que eso en sus infinitas versiones. Cuando el paso del tiempo recoloca la realidad de esta manera se le suele denominar “justicia poética”, ¿no?


 

 

Sonido

ACTIVA EL SONIDO. Estas memorias tienen banda sonora
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